Capítulo 37 Feliz Cumpleaños

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-Mammón, rey de los tentadores- Habló Aradia, yo estaba rígida en mi sitio, no podía siquiera moverme un milímetro.

-Aradia, bruja insípida. Que valiente eres al invocarme después de lo que pasó la última vez- Él quiso dar un paso adelante pero se detuvo, las runas de protección brillaron, hizo una mueca de odio. Los ojos de ella brillaban con intensidad, y sus dedos brillaban- ¿Por qué me invocaron?- Preguntó con obvia irritación. Di un paso hacia adelante sin soltar la cuerda, él me miró, sus ojos brillaban como el mismo carbón encendido. Era rubio, sus cabellos lanzaban destellos dorados, traía un traje elegante de corbata, era alto, su tes blanca, su nariz perfilada, su rostro bien esculpido y sus ojos rojos.

-Yo fui quien te invoco- Le dije, una sonrisa socarrona se hizo presente en su rostro- Deseo que rompas una maldición que tu impusiste.

-¿Ah, si? Querida, he impuesto muchas maldiciones, deberás ser más clara- Contestó. 

-Le impusiste esa maldición a tu hijo- Note como la tensión se torno más pesada aún, la sonrisa socarrona desapareció por completo siendo reemplazada por un rostro serio sin expresión alguna- El príncipe de la Oscuridad.

-¿Me has invocado sólo para que rompa si maldición? pues mi respuesta es no, Anais, no lo haré.

-¿Por qué?- Pregunté.

-¿Por qué quieres romperla?- Me preguntó a mí.

-Por que lo amo- Él silencio un segundo- No quiero perderlo, te ofrezco lo que sea, cualquier cosa que me pidas te la daré- Le dije, Mammón volvió a sonreír de forma pícara.

-¿Qué tienes por ofrecerme?- Medité un segundo mi respuesta, no tenía nada que pudiera ofrecerle que fuera de valor para un demonio, luego se me ocurrió un idea.

-Yo... Yo soy una caminante de sueños, te daré mi don a cambio de que rompas la maldición.

-¡Anais, no!- Exclamó Aradia- No puedes darle ese don a un demonio- La ignoré por completo.

-Acepto el trato- Se acercó a mí, puso su pulgar en la frente- Et liberabo te in somnio mundum- El contacto con mi piel empezó a quemarme, solté un grito de dolor mientras cerraba los ojos, el me sostuvo de los hombros con su otra mano, entonces sin darme cuenta solté la cuerda y está cayó al suelo.

-¡Anais no!- Volvió a exclamar Aradia, estaba empezando a ver borroso, él quiso salir del pentagrama pero la bruja se lo impidió recitando algunas palabras que no entendía, ella estaba empezando a debilitarse, no sería capaz de contener el demonio por mucho tiempo.

-No podrás contenerme, Aradia, tú puedes ser hija de Dios, pero ya te he demostrado que soy más fuerte que tú- Él me soltó, mi cuerpo pesaba, mi ojos quería cerrarse. No pude sostenerme a mí misma, así que me deje caer y justo antes de llegar al suelo unos fuertes brazos me sostuvieron, parpadee varías veces, no veía con claridad. Todo estaba tornándose con una neblina oscura.

-Ella no, pero yo sí- Su voz resonó en mis tímpanos y se quedó grabado allí antes de terminar por desmayarme.

...

Desperté en medio de una horrible pesadilla, una que desapareció en el instante en el que abrí los ojos, mi respiración estaba pesada, miré hacia todos los lados era una habitación que conocía perfectamente bien. Me senté y apoye mi espalda contra el respaldo de la cama, todo me estaba dando vueltas. La luz entraba por las persianas y podía escuchar los pájaros cantar afuera. Me puse de pie y me sujete fuertemente de las pareces para no caer, estaba débil, caminé hasta la ventana y abrí las cortinas dejando entrar todo el aire, era de día y posiblemente pasado medio día. Estaba en la casa de los Cranwell, volví a la cama y me senté al borde tratando de recordar lo había sucedido la noche anterior y lo único en que podía pensar era en Mammón, le había dado mi don. Me puse de pie de nuevo y fui a la baño, debía volver a casa de mi padre, iba a matarme por no llamarlo. Me quite la ropa rápidamente y entré a la ducha, abrí el agua caliente que deje caer a mi cuerpo, me enjuague bien el cabello y al terminar me puse la bata y salí, me acerqué al espejo de cuerpo entero y note algo fuera de lugar en mi cuerpo en la parte izquierda del cuello bajando por el hombro y alcanzando el brazo mis venas estaba totalmente marcadas, se veían a la perfección sus tonalidades azules, parecían más raíces de árboles, fruncí el ceño, fui hacia el armario y saqué ropa limpia, tomé una camisa de cuello alto para cubrir bien las marcas y unos jeans negros gastados, posiblemente fuera un síntoma secundario de lo que había sucedido anoche. Salí de la habitación y caminé por el pasillo hasta llegar las escaleras, las baje lentamente, veía la casa muy solitaria, lo cual era raro, aún seguía muy mareada. Me acerqué a la sala de estar y en la mesa de centro estaba mi teléfono lo tomé y vi cientos de llamadas perdidas y mensajes de mis hermanas y mi padre, “Estoy en la casa de Derek, te prometo que iré antes de que Aaron llegue, dile a mi padre que no se preocupe, les devolvé la llamada después” Ahora necesitaba buscar a los chicos para irme a casa o me matarían. Escuché pasos arriba, seguida de voces, di la vuelta y volví a subir las escalas y al llegar al pasillo, avance hasta una de las puertas, pegué mí oreja a ella pero no lograba escuchar lo que hablaban, sentí una mano que se posó en mi hombro, di la vuelta y  me encontré con Liz saliendo de una de las habitaciones. Trague saliva, ella me miró extrañada, estaba muy nerviosa y no sabía con exactitud porqué, había quedado muy asustada después de lo que había sucedido, iba a terminar recibiendo un trauma un día de estos.

Encuentros #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora