La Manzana del Pecado Parte III

140 20 3
                                    

-Mantenga sus armas listas, siempre hay trampas- Dijo Cristofer, asentí. Tessa se colgó su arco y flechas, Elif tenía su espada y yo mi látigo- Ya casi llegamos al templo.

Llevábamos cinco horas caminando colina arriba, la primera hora fue un tanto difícil, Derek tardó mucho en regenerarse y recuperar sus fuerzas, después de eso quedo como nuevo. Aparte de que casi no habíamos comido las fuerzas se nos acababan y el agua se nos había agotado, ya que descubrimos que la gran mayoría de la comida que habíamos traído se había quedado en el mar. Según nuestras coordenadas estábamos a unos metros de encontrar el templo de Masyaf. Así fue, llegamos al centro de toda la gran isla y al frente de nosotros se encontraba el refugio abandonado de los Assassins, el lugar de reposo del cuerpo de su líder Altair y el escondite de la Manzana de Edén, uno de los artefactos más poderoso que la humanidad haya visto. Un imponente castillo al centro de un acantilado, con torres de piedras, para llegar a la puerta había que pasar por un puente de madera demasiado antiguo, rodeado de un río interno brillante y una cascada yacía atrás del majestuoso templo, era más que hermoso y aterrador al mismo tiempo. Poco empezamos a caminar hacía la puerta, intentamos cruzar uno a uno, así no corremos el riesgo que el sobrepeso haga colapsar el puente. La primer fui yo, lo hice lenta y cuidadosamente, la segunda fue mi hermana menor, trataba de darle aliento y hacía que me mirara a los ojos para que no se asustara y entrará en pánico. Al llegar a mí le sonreí y la abracé ella era muy valiente. La tercera fue Sofía, el cuatro Derek, el quinto Cristofer y la última Elif. Mi hermana venía a mitad de camino cuando uno de los extremos se reventó haciendo que el puente se ladeará hacia el lado izquierdo. Ella logró sostenerse para no caer al vacío, pero soltó un grito de terror, era una caída de por lo menos quinientos metros y directo al río que no sabíamos su profundidad. Su rostro era de susto y reflejaba lo nerviosa que se encontraba, sin embargo, estaba confiada en que nosotros haríamos algo, se sostenía fuerte mientras. Notamos que el otro extremos estaba a punto de soltarse, así que entre Derek y Cristofer trataron de mantenerla firme. Lancé mi látigo para que ella tuviera en qué agarrarse, pero el momento justo cuando lo iba a sostener todo colapsó y ella cayó al vació. Aunque Tessandra había sido más precavida, lanzó una de sus flechas la cual venía con una cuerda de acero que se templo al otro lado del acantilado y de ella se sostuvo Elif y con mi látigo logramos subirla. La mire a los ojos cuando estuvo a salvo, respiraba con dificultad pero no tenía ningún rasguño. Sonreímos, eso había estado cerca, nos pusimos de pie y seguimos con la misión. Según tenía entendido el lugar estaba desértico, pero no, veía personas vigilando en las torres. La puerta se abrió dejándonos ver un vestíbulo completamente hecho de mármol y escaleras de piedra. Lo niños se asomaban por las ventanas y se detenían a vernos, luego reían y salían corriendo. También habían hombres mayores vestidos como ninjas y cargaban sus armas. ¿Cómo habían vivido tanto tiempo solos en este lugar? Caminé hasta uno de los salones, todo estaba como nuevo, nada comparado a lo que se veía por afuera. El lugar era para meditación o algo así y entonces escondida detrás de una de las columnas encontré a una pequeña de aproximadamente la edad de Megan, me acerque lentamente pues no quería asustarla.

-Hola pequeña- La saludé- No quiero asustarte, no soy una intrusa, no te haré daño- Le expliqué- Mi nombre es Anais, pertenezco a la hermandad de los Cazadores de Demonios- La niña salió poco a poco de su escondite, ahogué un sollozo al ver la horrible cicatriz que tenía en el rostro, venía desde la ceja pasaba por el tabique de la nariz y llegaba casi al labio.

-Hace mucho no teníamos visitas- Me dijo- Mi nombre es Nefertiti, te llevaré con nuestro líder Altaír- Fruncí el ceño.

-Anais, ¿con quién hablas?- Preguntó Derek.

-Con la niña que está justo aquí- La señalé, pero Derek no parecía comprenderme. Un frío recorrió mi columna vertebral y mi garganta se secó. Todo lo que al principio parecía completamente nuevo y radiante tomó la forma de un lugar en ruinas y decadencia.

Encuentros #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora