Estaba en la mansión, solo. Esperaba que mis padres llegaran ya que, estaban en el hospital. Nunca lograría entender como eran capaces de controlarse oliendo tanta sangre, a mi a veces me costaba mucho trabajo. Aunque para nadie es un secreto que yo necesitaba mas dosis de sangre que el resto, mis habilidades a veces, me robaban mucha energía. Tanta que podía sentir el agotamiento físico de una persona de 90 años. Podía vivir bebiendo sangre de animal por unas pocas semanas, pero llegaba el momento en el que necesitaba la sangre humana para poder subsistir, cuando no le daba a mi cuerpo lo que me pedía me ponía mas pálido incluso de un color verdoso, me salían ojeras espantosas, perdía fuerza, movimiento y tenia muchos cambios de humor, porque si. Ana tenia razón, sufría de unos cambios de humor horribles, los vampiros son inmunes a enfermarse, por que su sistema celular tiene la capacidad de regenerarse un 90% más rápido que el de cualquier criatura y cuando no me alimentaba de sangre mundana, mi aspecto era igual al de una persona con una enfermedad avanzada. Lo cierto es que yo tampoco tenia la culpa, me había vuelto muy inestable desde que empece a usar mis sombras. Al principio estaba descontrolado, implacable me sentía poderoso. Pero, todo, absolutamente todo tiene su precio, La ley del intercambio equivalente, un hombre jamás puede recibir sin dar a cambio algo del mismo valor. Entre a la habitación, se sentía sola, vacía sin vida. Me costo muchísimo tiempo, siglos, incluso, a prender a controlarme a mi mismo y a las sombras que amenazaban con consumirme. Salí a la terraza que daba vista al mar, esta casa de las cientos de casa que tenia al rededor del mundo se había convertido en mi favorita, por que aquí estaba ella, había vivido conmigo el ultimo mes y luego, nos habíamos convertido en uno solo, la amaba, sentía que haría todo por ella. Conocí el infierno en los brazos de una mujer, con aspecto de un ángel cuyo corazón solo le pertenecía a si misma, por Renata, era capas de matar. Luego, conocí el cielo en una mujer que parecía el demonio, la arrogancia y la soberbia llevaban su nombre. Pero eso solo era un camuflaje, por que Anais era capas incluso de morir de proteger a las suyos. Me enamore de ella, de su rebeldía de su forma peculiar de poner los ojos en blanco. Me enamore de ella, incluso sin darme cuenta. Por Ana era capas de morir y de a matar o morir por alguien había mucha diferencia. Un ruido se escucho detrás de mi, me gire de inmediato por la visita inesperada.La sombra de alguien tomaba forma desde la oscuridad. Fruncí el ceño, preparándome para lo peor, la silueta de hombre se me hacia muy conocido, pero... No lograba recordar de donde lo había visto.
- ¿Se puede saber qué eres? y ¿Qué haces aquí?- pregunte con acidez.
- Te saludo príncipe de los vampiros e hijo de los mas temibles del Infierno. Tanto como tu y Anais han herido mis sentimientos al olvidarse de mi. Se que no soy un vampiro o un hombre lobo o una incipiente bruja pero seguro en tus recuerdos desastrosos puedes recordarme pues el odio si te permite hacerlo o ¿Me equivoco?- Mi garganta se seco al escuchar su voz. Me coloque frente a él, me llene de ira.
-Ana, ¿Qué le hiciste miserable?- Pregunte, estaba a punto de perder el control.
-Veo que sigues enamorado de ella, te envidio porque nunca he logrado la totalidad de ese sentimiento.
-Le hiciste daño ¿Cierto?, Cristofer, te lo juro que si lo hiciste, te matare- Cómo era posible que estuviera vivo, yo había llegado en el último momento, justo cuando Anais lo asesino.
-No- me interrumpió- No saques conclusiones, no le hice nada a tu amada, aun no- Lo mire sin confiar mucho, seguía tenso, no me podía fiar de él, si estaba aquí era por que había sido perdonado por uno de los reyes del infierno.
-¿Cómo una escoria como tu esta vivo?- Pregunte temiendo la respuesta- Casi destruyes por completo la corte imperial vampiríca, pusiste en un peligro inmenso a Anais y el mundo.
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Encuentros #3
Vampire-Aquellos que hemos sido víctimas de una injusticia, sólo nos quedan dos opciones para sentirnos satisfechos, la venganza, o el perdón absoluto y yo no pienso optar por la segunda. -¿Ni aún sabiendo que eres la mano izquierda de Dios?- preguntó Den...