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Carter comprende que aunque huyan, la reina soltará que ellos vendieron armas para países vecinos que en el futuro estarán en guerra, esos planes ya los tienen hechos para la siguiente corona la cual la tendrá Jordan, no Jaden, siendo así que la muerte de su gente siempre seguirá, no hay forma de atacar o ser igual de poderosa que la emperatriz, es imposible.

El peso de esas vidas, esta recayendo en sus hombros, palideciendo por completo.

-La única forma...-Medita Jean, buscando alguna forma fácil o accesible, sin embargo por más pensar, no existe, su destino es imposible de cambiar, al menos por una alternativa.-es que Hazel gane como concubina.-Suelta una risa en burla.

Las esperanzas de Carter caen como balde de agua fría encima de ella, tornándose todo su alrededor oscuro, sin esperanza.

-Su único lugar seguro es el príncipe y así, intocable su familia.-Carter topa su rostro y jadea en negación rotundamente, es imposible, jamás dejará que este de su lado, simplemente por su aspecto la detestará sin conocerla.-Bueno, buenas noches Carter.-Apaga la luz de su lado y cierra sus parpados en busca de sueño.

-Hoy no puedo dormir y no lo haré, sin encontrar otra maldita solución.-Abre el libro y fija sus ojos en las letras, moviendo sus iris tras cada línea y doblar las hojas al pasarlas, pasando el sudor por su frente y el estrés carcomería sin parar, leyendo y leyendo, maldiciendo en lo bajo sin encontrar respuestas.-¡Agh!-Tira el libro contra la pared y jala de sus cabellos, sumamente preocupada.-A este paso no sobreviviré ni un día.

Posa sus pies en el frío piso y camina admirando lo dormido que se encuentra Jean, alzando su mirada a la hora de la pared, indicando las tres y media de la noche, tomando de su celular desbloqueado y pulsando el nombre del país, buscando el castillo de Jaden, logrando encontrar las indicaciones de lo que fue las recamaras de cada uno, hasta de los pasillos secretos.

-Con qué aquí se encuentran sus sucios secretos, eh emperatriz.-Encontrando por fin el lugar donde tiene su verdadero nombre y apellido, que no es la real emperatriz y tampoco su hijo, al igual que las terribles decisiones que han tomado, estando en diferentes puntos de lugar los documentos esparcidos, el primero más cercano en el castillo.

La idea de ser concubina suena muy alejada de la realidad, jamás lo logrará y si huye, tampoco, así que lo mejor será tener un seguro y ese seguro será la información que le era pensar dos veces a la emperatriz si atacar o no.

Memorizando todo lo que puede los mapas, las ubicaciones, gastando toda la pila del teléfono, repitiendo en su mente los números y dibujando una y otra vez el mapa en papeles sin descansar un segundo, pasando así las horas hasta caer rendida en el suelo repleta de sueño.












-Señorita Foster, aquí le tengo su vestido, será mejor que se apresuré a su prueba.-La voz de la sirvienta despierta a Carter y se levanta abruptamente, abriendo sus parpados abruptamente a la chica en frente suyo, tomando de él, sin embargo...medita por unos segundos tan poco decidida a perder su tiempo ahí.

No, su tiempo vale demasiado con los pocos días.

Necesita su seguro.

-Gracias, pero hoy no me siento muy bien,-Carter imita tocar su frente con desgana y hacer expresiones de dolor.-Me duele mucho mi cabeza y tengo demasiado calor, será mejor que me mantenga aquí y descanse, para no contagiar a más personas.

-¿Contagiar?-La sirvienta intenta tocar la frente de Carter, pero ella con sumo dolor de su pecho palmea su mano, alejando de esa de golpe, transformando su mirada a una furiosa, imitando ser una verdadera concubina con poder.

-¿Dudas de mis palabras?-La sirvienta abre sus parpados del susto y se pone sobre sus pies, inclinando su cabeza y niega, completamente arrepentida por su confianza.-Sal de mi cuarto y déjame sola.

-A sus ordenes.-Saliendo de por sí.

Carter quisiera confiar en ella, pero dejar una sola palabra de lo que planea significa estar en contra de la emperatriz, eso quiere decir todo el reino, lo que esta por hacer debe hacerlo sola y no involucrar a más personas a perder su vida, pero sobre todo, jamás darle sospechas a la emperatriz que ella sabe toda la verdad.

Con sus ropas todavía de dormir sale del dormitorio y por suerte, se encuentra cerca donde tienden las ropas que lavan, de absolutamente todos los que viven de la zona de concubinas y sirvientas, tomando ropas de sirvienta y las esconde bajo las suyas, corriendo de vuelta a su dormitorio, poniendo de esas blancas con negro en su piel.

Ordena su cabello y suspira, viéndose idéntica a una sirvienta, ni siquiera sospecharían que es concubina por sus rasgos, según tantas personas.

A su favor.

Gira la perilla, observando a varios lados y corre por el pasillo trasero para que nadie la haya observado, en su mente había memorizado cada pasillo, cada lugar y hasta los lugares secretos, sin embargo reza en sus adentros que a la hora del momento no se le haya olvidado, para tomar el documento más cercano, que se encuentra en el mismo castillo.

-Izquierda...derecha al fondo.-Murmura, resbalando el sudor por su frente y transcurriendo el tiempo muy lento para ella, mientras el vuelo de su falda se mueve por los movimientos bruscos y admirar las ventanas por las cuales se atraviesa la luz del sol y diferentes cuadros de pinturas.-Derecha, la puerta final.

Logra pasar por los últimos lares y se detiene abruptamente cuando ve la puerta delante de sus ojos.

La entrada que va directo al castillo, donde seguramente encontrará personas de la más alta jerarquía, su entrada más aterradora, suspira y abre de ella sin seguro, sabiendo de sobra que era la única entrada que muy pocos se conocen para poder internarse sin llaves.


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