*48*

1 0 0
                                    

Las horas parecen eternas estando encerrada, sacudiendo su cuerpo con la falsa esperanza de romper el metal que la ata a la silla, punzando alrededor de sus muñecas el dolor sin filtro enrojecido, tensando su mandíbula por la sonrisa que se eleva por los labios del policía, ¿Disfruta verla así, acaso desea morir?

Descendiendo su mirada levemente hacia la parte abultada de su pierna, que cojeo desde un principio al entrar y unas muletas en una esquina, supone que son suyas, pero, ¿Cómo se lastimo? De cualquier manera esa puede ser una ventaja para ella, la puerta se encuentra abierta y se nota despreocupado.

Juega con las llaves que son su libertad, en sus palmas mientras revisa unos papeles.

No planeo rendirme tan pronto.

-¿Desea que confiese la verdad?-Suelta de pronto Carter, tocando el tema que seguramente el policía desea escuchar, bajando él los papeles al oírla.

-¡Já! Ya supuse que actuabas como ignorante, claro, así el proceso será más rápido.-Responde él, acercando sus pasos sin titubeos, sino seguro a un cercana distancia de ella, cojeando claro, parece que cojea mucho, eso quiere decir que la herida es fresca.

-Mi mente suele recordar con facilidad rostros hermosos, pero usted parece un pobre pordiosero, asumiendo por su pierna defectuosa.-Suelta con gran facilidad Carter, elevando una ceja con picardía, en cambio él frunce su ceño en indignación y toma de pronto de su cuello con suficiente fuerza, con rabia acumulada y ella se le dificulta respirar, inclinándose la silla hacia él.

Abriendo sus parpados en sorpresa absoluta.

-No te mereces la maldita cárcel, sino lo mismo que me hiciste a mí.

-Lastima que no planeo quedarme para verlo.-Él se confunde con sus palabras pero es demasiado tarde cuando ella empuja su silla encima suyo y cae abruptamente encima de su cuerpo, tosiendo sangre por el gran pesor del metal y soltar las llaves cerca de Carter, por suerte, tomarla y quitarse las esposas de las manos, luego la de los pies.

-¡Oye!

Sonríe con felicidad plena al ver que no puede moverse, necesita un celular, es lo que más necesita, gracias a la comisaria, toma todo el dinero que puede, junto a un celular y su cargador, empujando de las puertas lista para escapar, sin embargo al abrir la última puerta para salir abre sus parpados con asombro al ver un hombre tan alto y gordo que le obstaculiza el paso.

Y no cualquier hombre, sino su padre.

-¿Hija...-Su expresión se contrae en tristeza total en admirar las ropas de presa de Carter, lo cual ni ella se ha visto, admirando el montón de dinero y artículos de valor en sus manos.-en qué te has convertido en mi ausencia?

La rabia carcome cada extremidad suya de la rabia al escuchar tales palabras que antes jamás le hubiera dicho, sino le daba satisfacer verla hundida en la miseria por sus malas decisiones, por aprovecharse de ella y que lo mejor que le hubiera pasado, es morir en aquel río.

-¿Por qué la muerte se ve tan tentadora padre?

-¿Qué?-Él se confunde totalmente tras su pregunta descabellada.

-¡¿Por qué diablos no morí en aquel río que verte la maldita cara?!-Revienta en total rabia tras esas palabras y camina con asombro a lo largo, mientras su padre no la detiene, sino la ve desde lo lejos, parando ella en seco.-No actúes como un buen padre, porque el mío murió hace muchos años.-Alzando sus pasos lo suficiente para huir, huir tanto como puede y no regresar jamás.

Necesita salir del país, re hacer su vida, pero lejos de lo que le trae tanta tempestad. 

Y no la detiene, no le vuelve a decir otra palabra, después de tanto tiempo, no olió en él alcohol, no sintió ni un pizca de mentiras en sus palabras, fue tan sobrio como honesto que la desgarro hasta el alma sus solas palabras, ¿Por qué ahora, por qué ahora tendría que creer en él?

Es incapaz, prefiere morir en su memoria como el peor de todos, que el que intento cambiar. Enterrar esos buenos recuerdos de su niñez y no volver a mencionar de aquello, resbalando una lágrima que otra a lo largo de su camino y una amargura sin igual en su paladar, de sentir tantas cosas realmente espantosas en su otra vida, considera que en la real, solo la fortaleció, más no es suficiente para caer de rodillas, rendida.

Necesita las respuestas, la solución para sobrevivir en el mundo en donde si hay personas que la aprecien.

Se cambia de ropas, se compra nueva y unos bolsos, tiene suficiente para viajar, en cuestión de horas ya se encuentra en el aeropuerto comprando su boleto para ir a Gran Bretaña, conocer la raíz del problema y huir de los problemas que se amontonaron en su país.

Escapando, huyendo y no alargar más el tiempo en el país que más le dificulto su vida.

-Pase señorita.-Le dice la aeromoza acomodando su maleta, mientras Carter toma asiento a gusto en su lugar, logro de alguna manera configurar el celular al idioma de Hazel, tardo muchas horas para poder llegar a donde esta, ya no reflejando el sol en las ventanas, sino la oscuridad.

Desbloquea su celular y se mete en el buscador, escribe sobre los documentos de la emperatriz escondidos, ya es conocedor de dos, pero falta uno, aunque para su mala suerte si descubre uno, eso quiere decir que el otro lo cambiará de lugar sin dudar.

Y al parecer, tiempo es lo que menos tiene.

-No puede encender el teléfono señorita, aquí no.-Le advierte la aeromoza, apagando Carter de inmediato su celular, mientras admira que la señorita se aleja, ella lo vuelve a encender a escondidas, leyendo el pdf sobre la historia de Lucrecia, de cómo llego al lugar donde esta y cuál es su desventaja, sin embargo son más de dos mil páginas

¿Cómo no pude percatarme de ese pequeño detalle?

Cierra sus ojos en frustración y suspira, de igual forma aunque tarde horas en hallar la respuesta, lo mejor será concentrarse en el primer objetivo, encontrar la salida del castillo sin que nadie se de cuenta y tomar el segundo documento.

Memorizando a lo largo de la noche las direcciones y caminos, para no perder el rumbo en un mundo ajeno a la tecnología.

kkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora