Hazel Foster, más que cualquier pueblerina, era la más querida, por su familia, por sus hermanas hermosas que abundaban llenas de solicitudes de matrimonios, al igual que ella, dentro de su círculo del pueblo, no existían nadie más que ellas.
Para los ojos de Hazel, no había nadie más que Cedric Hawk, su amigo de la infancia que siempre la acompaño a lo largo de su vida, fue su primer beso, su primer amor y su primera vez. No había nada que no lo hiciera con él, hasta rechazo muchos matrimonios, esperando con ansias que él le propusiera.
Cabellos negros lisos, ojos rasgados, piel de porcelana y alto, solía saltarse la hora de cortar leña para escapar con Hazel para besarse bajo el árbol de cerezo que tanto les gustaba.
-Verás Hazel, algún día podremos volver a nuestro país.
-Este es nuestro país Cedric.-Hazel no parecía entender la profundidad de esas palabras, ajena a la guerra y la migración obligatoria de su pueblo.
-Este jamás será nuestro hogar,-Añadió con cierto odio en sus palabras.-nunca te conformes con tan poco Hazel, mira más haya de este pequeño territorio que apenas nos sustentamos.
Hazel sabía que no podían extenderse porque los policías de diferentes características en físico no les permitían por "ley". Su número limitado de personas y si alguien tenía más de un hijo, debía ser asesinado, eso no lo entendía y le parecía sumamente injusto, pero las personas de blanco lo impusieron así.
-Pero nací aquí.
Suspira Cedric, girando su mirada a los iris cafés de Hazel, ella solía tener un precioso encanto en ignorancia, aparte del físico, es peligroso seguir con el mismo pensar. Sin embargo Cedric buscaba la forma de informarse, apesar que la guerra de su país haya tardado más de cincuenta años sin terminar, es imposible regresar ahora, quizás de momento sea mejor permanecer como inmigrantes.
-Cada vez que mires tus ojos, tus cabellos y tu cuerpo Hazel, recordarás que no eres de aquí, apesar que naciste en este territorio, esas personas de blanco te martillarán el cerebro para que piensen que eres lo peor.-Hazel abre sus parpados tan grandes antes las palabras ceveras de Cedric, jamás lo había oído hablar así.
¿Lo peor?
En la mirada y palabras cargadas de odio, de parte de Cedric, había algo más, un profundo dolor que carcome sus recuerdos ante las muertes injustas, verlo de cerca y no poder hacer nada para evitar que asesinarán a su hermanito, que apenas nació o lo humillante que le parece no poder salir del mismo hueco que esos hombres de blanco los obligan.
Hasta considero una mejor vida si regresan a su país.
Una miseria, una escoria y el odio que tienen por los inmigrantes es tan grande, que sus vidas para ellos le son insignificantes, han matado tantos de su pueblo y nadie puede objetar por justicia, porque sus vidas valen menos que un perro, la rabia, el odio que cada pueblerino va cultivando en su corazón, se torna cada vez insoportable de sobre llevar.
Para su desgracia, la emperatriz de algún modo se entero que les venden armamentos a países ajenos, para que acaben de una buena vez con Gran Bretaña, si ellos no pueden, no permitirán que este país crezca más para gobernar países vecinos.
Con su monarquía que debe existir una sola raza humana y no asquerosos asiáticos, no queda ninguna esperanza con sus sucesores.
-Todo el mundo dice que soy hermosa y cada vez que me veo en el río, lo confirmo.-Farfulla con gran orgullo y logra sacar a Cedric de sus pensamientos al oír el comentario divertido de Hazel, soltando carcajadas.
Quizás la ignorancia borre toda amargura y odio, pero fue decisión de sus padres que Hazel no supiera nada, que era muy pequeña como para entenderlo.
En cambio Cedric tuvo que vivirlo y verlo con sus propios ojos.
-¿Cómo me enamoré de alguien que se ama más a sí misma que a su novio?-Toma de la cintura a Hazel, sentando de esta sobre sus piernas y ladear el cabello largo de ella a su espalda, admirando de sus iris raramente grandes y alargadas, pero únicas, tan hermosas que lo vuelven loco.
-¿Cuándo me pedirás matrimonio?-Suelta de pronto Hazel alzando su mirada acusadora a Cedric, el cuál traga duro ante la mención.-Me he cansado de rechazar tantas peticiones y nadie sabe...nadie sabe que tú...¡Dios!-Exclama Hazel, abriendo Cedric los parpados sorprendido, reventando en risas por su comportamiento tan infantil, apesar que casi ambos cumplen quince años.-¿Estás jugando solamente conmigo?
La virginidad es muy importante en su pueblo y si no la conserva, capaz, nadie le pide matrimonio, pero asumió que algún día Cedric se la pediría, ya que su amor es indestructible, sin embargo ya han pasado cinco años y nada ha pasado.
Gira de pronto el cuerpo de Hazel contra el pasto y su espalda reposa en el suelo, mientras el cuerpo tonificado de Cedric reposa en el aire gracias a su gran resistencia, a pocos centímetros de sus labios entre abiertos, siendo una sola su respiración.
-Te amo, te amo tanto que duele,-Suelta de pronto Cedric con melancolía en su voz.-¿qué me has hecho Hazel para que no quiera soltarte nunca?
-...-Hazel jamás lo había oído hablar así, le pareció tan extraño que incluso sus respuestas eran de tipo en broma, pero parecía tan serio, que le extraño.-¿Qué sucede Cedric?
Por más que intente ocultar, Cedric jamás a silenciado ante las preguntas de Hazel, merecía saberlo, merecía saber a lo que se enfrentaba, pero el dolor de verla sufrir en el exterior, a la realidad, eso le destrozo.
-Fuiste elegida para ser concubina.
Todo por su culpa.
Sin embargo necesita tener el primer pronóstico, sus síntomas, como repentinos casi desmayos, hace que la enfermedad que sufre sea por poco inusual, no parece tener consecuencia alguna y su salud intacta antes de pisar el castillo, le resulta casi extraña, ¿Se tratará de alguna enfermedad contagiosa?
De sólo sospechar se le enchina la piel, pueblos han sufrido con plagas así y es mejor descartarlas desde el principio, porque síntomas parecidos a ello, al parecer tiene la joven.