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Hazel después de largas horas ha despertado de su sueño, bostezando con sumo dolor de cabeza que atraviesa de pronto su cerebro, tocando la suavidad de las sábanas que la acompañan, tan blancas, grandes y cómodas que recuerda de pronto las últimas escenas, como Jaden la salva de su camino a la muerte, como anuncia ante todos que ella sea su concubina, regocijando su pobre corazón de la emoción.

Es como despertar de una pesadilla, a un sueño vuelto realidad.

Ahora su familia estará segura, ella lo estará, ahora tendrá a Jaden con ella y ya no la verá como su enemiga, ya no más.

-Señorita, buenos días.-Menciona una sirvienta sonriendo con sumo agrado, alzando las ropas preciosas, como nunca a visto en su corta vida y jamás llego a pensar que probaría, de una seda preciosa y colores llamativos, elegantes, con pequeñas joyas incrustadas en él, iluminando su rostro.-He venido a cambiarla.-Adentrándose otras cinco damas, abriendo Heather con suma sorpresa sus parpados.-Su majestad la espera para el desayuno.

-¿Me, me espera?-Tartamudea Hazel nerviosa, tiñéndose sus mejillas de la emoción.

Siente como si hace muchos años no hubiera visto a su majestad, sintiéndose de pronto tímida.

-Por supuesto señorita.-Dice una que se le acerca y la ayuda a ponerse sobre sus pies, acompañando de Hazel al lugar de aseo en una recamara del mismo príncipe, tomándose unos minutos que les insistió a las damas su privacidad, jamás le ha mostrado a nadie su cuerpo, no quiere que unas mujeres desconocidas sean las primeras, relajándose en el gran baño con bastante espuma en su cuerpo y un jabón con olor tan agradable para sus fosas nasales, una textura y relajación que la hace sentir en el mismo paraíso.

¿Así serán todas sus mañanas?

Tomándose unos minutos y sale envuelta en su ropa especial para el baño, de tela absorbente, pero con una textura cómoda y una elegancia por sus diseños bien estructurados a mano, flores, colores oscuros, pero preciosos.

-Me volveré loca a este paso, ¿Cuándo podré acostumbrarme a esta vida llena de comodidades?-Sonríe Hazel contenta, admirando el vestido que yace sobre la cama del mismo príncipe Jaden, tomando de él y admirar la frescura del mismo, al igual que sus diseños preciosas de rosas con las joyas, un color rosado pálido, tan precioso.-Yo misma me cambiaré, por favor dejarme sola.-Manda, mirándose las sirvientas entre sí confundidas y salen de su recamara, sin haber ayudado en casi nada.

Solo le toma cuestión de minutos ponerse su precioso vestido que aprieta sus costados, si cintura y hace resaltar su busto, sonrojándose con furor por la vista más preciosa que podría contemplar cualquier persona, juntos a las joyas que adornan sus brazos desnudos, apretando del busto hasta los glúteos y de ahí hacia abajo una caída libre, totalmente elegante, soltándose su pelo húmedo.

Observando en la mesa unas pinturas, se pregunta si es necesario maquillarse aunque sea un poco, pero su corazón late de emoción tras recordar que verá al príncipe, tomándose la molestia de ponerse rubor, color en los labios, arreglarse las cejas y pestañas, acomodando su pelo, aunque siempre fue liso, no podría hacer mucho por él.

Saliendo de su recamara y admirar los amplios pasillos, sin una sola persona, ¿Dónde comerá la familia real, espera, familia? ¿También estará Jordan y la emperatriz? Sobresaltando todo su cuerpo en rechazo, eso es imposible, Jaden no puede ni tenerlos a metros sin querer matarlos.

Tragando duro.

-¿Señorita de Beckham?-Girando Hazel su cuerpo hacia esa voz, que resulta ser de una sirvienta.-Por favor, acompáñeme. 

Asiente Hazel un poco dudosa, caminando detrás suyo, escuchando el eco de sus mismo tacones que se pierden a el fondo de los pasillos, jugando con su cabello nerviosamente, mordiendo su labio inferior y suspirar para tranquilizar su tonto corazón, no es como si le extrañaré, estuvieron a punto de matarla, ¿Qué le hizo cambiar de opinión?

Llegando de pronto a unas puertas amplias y ella abre de una, invitando que Hazel entre sola, maldiciendo ella en su interior por esa presión que tendrá que enfrentar al príncipe sádico y pervertido ella misma, sola, tal como vino al mundo, sola, también deberá enfrentarlo sola.

Poniendo un pie adentro y elevar la mirada hacia un hombre que yace en la punta de la esquina de la inmensa mesa fijando su oscura mirada en Hazel quién todo su cuerpo se estremece de su contacto a pocas horas de su encuentro, comiendo Jaden su desayuno, vestido en ropas negras en totalidad, con su ropa informal que esta mal abotonada  y se puede observar un poco de su pecho desnudo, trabajado.

Sus iris dorados, que resaltan gracias a su blanca piel y su cabello que yace por poco encima de ellos, mojados, aparentemente también se acaba de bañar.

-Su majestad...-Murmura ella, inclinándose hacia él con respeto.

Estás formalidades le incomodan de gran manera, pero el ser su concubina lo complica todo, debe tener más etiqueta, educación y respeto hacia su aparente amante. Por desgracia los hijos que podría tener con él no tienen valor o significado en la realeza, sólo los hijos que provengan de su esposa, la reina.

Pero la sola posibilidad de ser su concubina se veía lejana, codiciar más sería su tumba segura.

-Hazel Foster.-Le nombra él tomando lo último en su platillo, limpiando su boca con educación, no con tanto esfuerzo como lo hace Hazel, sino con naturalidad, acostumbrado a ello.-Me despreocupa el hecho que ahora te encuentres con buena salud, yo...debo retirarme ahora, tengo trabajo que hacer.

¿Qué, sólo eso? Después de no verle en días y tras arreglarse con sumo esfuerzo, ¿no le dirá nada más? Ni siquiera la ha visto de pies a cabeza como siempre lo suele hacer, parece diferente y no entiende el porqué.

Jaden ni siquiera espera que ella responda, camina directo a la salida del saló y la deja estupefacta, sin habla por su frialdad e indiferencia, temblando sus labios con impotencia y empuñar sus palmas, de pronto decepcionada, ¿Qué esperaba, afecto de él, de ese tan frío y cruel? Que por alguna razón, ella si lo había extrañado.

La sirvienta le indico que él esperaba por ella, pero al entrar, pareció ser todo lo contrario.

-¿Qué fue eso?

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