[22] Familia

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El corazón necio se harta de sus caminos, pero el hombre de bien va feliz por los suyos.

-Proverbios 14:14-

Capítulo 22: Familia.

Tanner se dejaba llevar por el cigarro. Su caja ya se le estaba gastando y eso no le agradaba. Para ser la primera vez fumando no lo hacía tan mal. El mucho ver a sus amigos haciéndolo le ayudo un poco, ahora fuma con toda calma y seguridad. En algunas ocasiones se ahoga un poco, pero no es muy repetitivo.

Él se encontraba en el patio trasero de su casa para no apestar la casa adentro con el olor a cigarro, así que mientras daba algunas caladas también se dejaba llevar por la suave brisa que pasaba. El humo salía por su boca con total tranquilidad mientras él miraba al cielo, especialmente a las nubes. De pequeño siempre le gustaba buscarle las formas a la nubes con sus padres, era un juego que los tres hacían como familia. Todo cambió con el paso del tiempo y después nació Cindy, la hermana pequeña de Tanner. El chico fue creciendo, y su mente fue cambiando. Aquél niño inocente ya había conocido y experimentado muchas cosas en su vida, lo cual lo llenaba de gustos y pasiones carnales cada día.

Tanner aún recordaba cuando su primo Yeison le platicaba de que Dios nos mira a todos desde el cielo para saber si nos comportamos bien. Ambos eran unos niños de seis años que repetían lo que escuchaban, y para ese tiempo los padres de Yeison eran cristianos. Tanner lo escuchaba, y por un momento llegó a creerle a su primo, pero al pasar el tiempo se llenó de muchos comentarios negativos de amigos y personas cercanas a su alrededor, quienes le decían que Dios no existe. Tanner lo meditó por unos años y luego llegó a la conclusión de que Dios sí existe, y por ende quiere que disfrutemos cada día de nuestra vida sin límites y sin barreras, simplemente vivir sin tanto protocolo. De hecho eso mismo pensó con el tiempo su primo Yeison, quien al pasar los años decidió estar en una banda de malandros por un barrio cerca de su casa.

Los pensamientos de Tanner son totalmente liberales, a él no le importa estar en una religión o seguir unos parámetros para creer en Dios. Él simplemente creía, pero a su manera.

—¡Tanner, ya llegamos! —informó la mamá del chico al abrir la puerta de la casa. La pequeña Cindy corrió inmediatamente hacia uno de los sofás para sentarse cómoda y así abrir el gran envase de helado que su mamá le había comprado.

—¿Le dejo helado a mi hermano? —preguntó la pequeña al abrir el envase.

—Obvio que sí, Cindy. El helado es para todos. De hecho hay que dejarle un poco a tu papá para cuando venga de trabajar.

—Ay... Yo pensé que todo era para mí.

—Ojalá dijeras lo mismo cuando no te quieras comer los aliños y vegetales de la comida.

—Mamá —comentó Tanner sonando sorprendido al ver a su madre. El chico guardó con calma la caja de cigarros en el bolsillo trasero de su pantalón y luego mostró una sonrisa nerviosa —. No pensé que llegarías hoy temprano del trabajo.

—Quise darme el gusto de venir temprano a mi casa. ¿No te agrada?.

—Eh... Sí, claro.

—¿A dónde ibas? ¿Por qué tienes esa vestimenta? —preguntó su mamá mientras caminaba hacia él. Su ceño luego se frunció cuando pudo captar un olor muy peculiar, así que inmediatamente se acercó por completo hasta su hijo para olerlo —¿Estás fumando, Tanner? ¿Desde cuándo lo haces? —su voz sonó molesta.

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