[62] Obediencia

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No dejes de corregir al joven, que no va a morirse si lo castigas con vara. Al contrario, castígalo con vara y lo librarás de caer en el sepulcro.

–Proverbios 23:13,14–

Capítulo 62: Obediencia.

El sonido de los cubiertos sonando con los platos se dejaba escuchar con claridad en el comedor de la casa. Los padres hablaban de temas referentes de la biblia, y los hijos permanecían en silencio mientras comían y compartían algunas miradas y sonrisas.

Bianca bebía de su vaso de agua a cada momento, ya que frente a ella tenía a Lander. La chica trataba de disimular su incomodidad, pero a los ojos de su hermana María daba entender su clara postura frente al chico pelirrojo.

Lander por otro lado permanecía tranquilo y en sumo silencio. Sus ojos se centraban en su plato de comida, y en ningún momento compartió miradas con Bianca. La chica fruncía por un momento su ceño para tratar de entender la actitud que el pelirrojo estaba teniendo, ya que esa era la actitud que menos se esperaba de él.

—Ya llevas dos vasos de agua, y con el que te piensas servir son tres —le comentó María a su hermana en voz baja.

—Tengo mucha sed —comentó Bianca al encogerse de hombros para luego servirse su vaso de agua.

—Los hijos siempre tienen que hacer lo que sus padres les ordene —confesó el señor Roberto, quien es el padre de Lander y de Marcela —. Mis padres me enseñaron de esa forma cuando yo era pequeño, y cuando llegué al evangelio entendí que ciertamente es así.

—Nuestros tiempos eran distintos. Se nota que la verdadera cultura la vivimos nosotros —comentó esta vez el señor Esteban —. A mis hijos les he dicho cómo deben de hacer las cosas porque entiendo que se pueden confundir con lo que le digan en estos tiempos tan desordenados.

—Lander y Marcela también han escuchado los consejos que como su papá les doy. Marcela es la que más los ha tomado a diferencia de Lander.

—Yo quiero vivir tranquilo sin tanta opresión, es todo —confesó Lander, de esa forma llamando la atención de todos en la mesa ya que no había dicho ni una palabra desde que empezaron a comer.

—¿Te parece que esa vida que llegas es de tranquilidad? —le preguntó Esteban, alzando una ceja mientras lo miraba.

—Para mí lo es. Prefiero vivir así que demostrar que amo a Dios mientras lastimo a mi familia con palabras y golpes —dijo Lander, sonando muy claro en sus palabras para luego morder un poco de su pollo asado.

—No empieces con tu conducta, Lander —le advirtió su papá con una mirada amanezante, pero el chico no le prestó tanta atención.

—La biblia es clara cuando nos dice en Proverbios 23, versículos 13 y 14: No dejes de corregir al joven, que no va a morirse si lo castigas con vara. Al contrario, castígalo con vara y lo librarás de caer en el sepulcro —recordó el señor Esteban —. Como padres tenemos el deber de corregir a nuestros hijos para librarlos de todo mal. ¿Cómo crees que se comportaría un hijo que su padre no corrija? Obviamente no lo hacemos por mal, sino por el bien de ustedes.

—Me parece que toman esos versículos con mucho extremo. ¿No lo crees, papá?

—Cállate, Lander —le advirtió Roberto a su hijo.

—Es que no comprendo por qué saturar a los hijos a golpes e insultos. ¿La biblia menciona algo de los insultos? ¿Es bueno denigrar a los hijos?

—La obediencia es muy importante, y tú no estás siendo obediente con tu papá en este momento —comentó el señor Esteban.

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