[55] No me avergüenzo

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No me avergüenzo del evangelio porque es poder de Dios para la salvación de todo aquél que cree: en primer lugar, para los judíos, y también para los que no lo son.
–Romanos 1:16–

Capítulo 55: No me avergüenzo.

Cenando junto con su familia en su casa se encontraba Bianca, quien aún recordaba el momento cuando Micaela había aceptado a Jesús en su corazón. Fue un acto de valentía y fuerza lo que su amiga había hecho, y tan solo recordarlo le hacía dibujar una amplia sonrisa en su rostro.

Jesús llega a la vida de cualquier persona en el momento menos esperado, y cuando hace acto de presencia en el corazón el rostro de la persona obtiene un hermoso y único resplandor.

La sonrisa de Bianca permanecía en su rostro, pero cuando su papá empezó a hablar de Micaela su sonrisa poco a poco se fue esfumando.

—¿Hablaste con tu amiga, Bianca? Es necesario que vaya mejor vestida el miércoles.

—Papá, ya te dije que sí. Lo más probable es que lleve un vestido.

—Que procure que sea hasta por debajo de las rodillas. Si realmente desea seguir a Jesús tiene que cambiar esa forma de vestirse.

—Yo creo que lo mejor es que ella misma tenga la disposición de ir cambiando poco a poco —comentó María, logrando captar las miradas de los demás miembros de su familia.

—María, por favor —le pidió su mamá, haciéndole unas señas con sus ojos para que hiciera silencio.

—Pero es la verdad, mamá —prosiguió María —. Micaela a penas hoy decidió aceptar a Jesús, no hay que presionarla a cambiar.

—¿Y pretendes que ella vaya así a la iglesia? —le preguntó su papá —Hará que muchos hermanos pequen por su forma de vestir, y también hará que muchas hermanas tengan un mal ejemplo de lo que es la santidad.

—Perdón, papá, pero... estoy de acuerdo con María —comentó Germán —. Creo que sería muy incómodo que la amiga de Bianca asistiera a la iglesia con cambios muy forzados.

—Si ella realmente ama a Jesús pues tendrá que obedecer a los consejos que como hermanos de la fe le damos.

—Creo que estás siendo un poco brusco, papá —le confesó Germán.

—Soy sincero y tajante, como debe de ser —comentó Estevan con seguridad en sus palabras para luego beber de su vaso de agua —. Ya mejor dejemos el tema atrás y sigamos comiendo, no quiero que me caiga mal la comida.

—A mí ya me cayó mal —confesó Bianca sin levantar su mirada.

Bianca obviamente quería que Micaela asistiera junto con ella a la iglesia sin ningún problema, pero el tan solo pensar que Micaela se sentiría incómoda por un cambio brusco de vestimenta la hacía pensar que quizás Micaela desearía no volver.

Bianca conoce muchas cosas de Micaela, y entre esas cosas existe la posición firme de Micaela ante su vestimenta. Obviamente el Espíritu Santo puede hacer un cambio en ella, pero eso es con el tiempo.

¿Estaría mal que siguiera insistiendo con la vestimenta? Pues sí, ya que puede hacerla molestar, mucho más cuando apenas Micaela acaba de aceptar a Jesús en su corazón.

La noche logró avanzar hasta poder llegar la mañana, indicando que el día lunes ya había llegado nuevamente. Las personas se levantaban temprano para ir a trabajar, y muchos jóvenes se levantaban para ir al colegio.

Una nueva semana de labores iba a comenzar, y muchas sorpresas podían llegar.

Bianca había llegado al colegio, sus saludos se los ahorra porque nunca ha podido empatizar con la mayoría de las personas. Su rostro hacía reflejar un cierto desánimo, pero aunque las cosas quizás no estén yendo muy bien en su vida debía de mantener fuerzas para ir al colegio.

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