[80] Servicio Juvenil

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Así que, el que crea estar firme, tenga cuidado de no caer.

–1Corintios 10:12–

Capítulo 80: Servicio Juvenil.

Capítulo Final.

   Todo se estaba preparando para el gran servicio especial de jóvenes en la noche. Se había escogido hacer en un club, ya que el nieto del dueño de dicho lugar ha estado asistiendo varios meses a la iglesia junto con unos tíos que siempre lo invitaban a asistir.

   Las sillas estaban ordenadas en forma de un gran círculo. Las bebidas y los bocadillos estaban siendo ordenados en las mesas, mientras que otras personas terminaban de colocar globos por muchos espacios del lugar.

   Hoy sería una gran noche, y eso Mónica lo tiene claro. Ella en la mañana, junto con algunos jóvenes, habían hecho una oración unánime para que la actividad resultara en gran bendición y con muchos frutos para cosechar. Todos mantenían la fe de que así sucederá, sólo debían de seguir creyendo para no bajar los ánimos.

   Algunos contratiempos han ido ocurriendo durante el día, lo cual es obvio que sucedan ya que en una gran actividad, como la que se tiene planeado hacer, siempre surgen muchos inconvenientes para desanimar y/o molestar a las personas que están trabajando para que todo salga bien.

—¿Así está bien, hermana Mónica? —le preguntó uno de los jóvenes a la mujer.

—Creo que no. Rueda un poco los globos a la derecha.

—¿Aquí?

—Sí, allí está perfecto. Ten cuidado, no quiero que te caigas de la escalera.

—Tranquila, estoy bien.

—Hermana Mónica, acaban de traer los refrescos y están todos calientes —informó una chica cuando pudo aparecer a un lado de Mónica.

—Ay Dios, y ya pronto serán las seis de la tarde. Llévalos al congelador para que vayan colocándose fríos. Pídele a Noriel que te lleve y te ayude.

—Sí, ya le pedí ayuda. Me dijo que en un momento me ayudaría, ya que está ocupado con algunas cosas de la entrada.

—Listo, hermana Mónica. Ahora hay que seguir la secuencia del arco para que vaya agarrando forma —comentó el muchacho que estaba montado en una escalera.

—Okay, Samir. Sígueme ayudando en eso. Vuelvo en unos minutos, iré con Maricela al congelador para llevar los refrescos —le informó Mónica al chico para luego encaminarse junto con Maricela hacia donde están los refrescos.

—¿Usted cree que podremos estar listos en unos minutos?

—Esperemos que sí, Maricela. Sería lo correcto —comentó Mónica mientras caminaba a pasos apresurados.

   Ya tan solo faltaban unos cuantos minutos para que el reloj indicara las siete de la noche, y por ende empezarían a llegar los jóvenes de la iglesia junto con sus invitados.

   Antonieta ya estaba lista para ir al servicio de jóvenes. Ella le había informado a Mónica que no podía estar ayudándola con las decoraciones a partir de las cuatro de la tarde ya que estaba comprometida con Lucas y Uziel para hacer algo importante. Los tres estaban en la sala de la casa junto con los padres de Ronaldo, quienes habían llegado a la capital para hablar con su hijo después de mucho tiempo sin saber de él. Antonieta sentía su corazón acelerar en su pecho, producto de los nervios que se estaban haciendo manifiesto en ella. Una señal de sus nervios eran las constantes idas hacia la ventana, para saber si Ronaldo se aparecía como dijo que lo haría hace media hora.

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