[53] Quiero vida eterna

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Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquél que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.

–San Juan 3:16–

Capítulo 53: Quiero vida eterna.

Jugando fútbol con un pequeño niño en el parque se encontraba Tanner muy felizmente. Ambos corrían de un lado a otro dejando escapar sonoras risas por sus bocas. El día permanecía tan hermoso que tomar una fotografía no era mala idea, al contrario, sería estupendo guardar una foto de tan maravilloso momento.

Micaela veía aquella escena sin dejar de ocultar la cálida y feliz sonrisa en su rostro. Tanner y aquél niño lucían tan felices que hasta sus rostros irradiaban tal sentimiento.

En un inesperado momento Tanner dejó de correr y cambió su semblante, esta vez lucía molesto. Las manos del chico luego se colocaron alrededor del cuello del pequeño niño, quien esta vez ya no mostraba su pequeña sonrisa feliz ya que había sido reemplazada por un rostro completamente asustado.

Muérete —le pidió Tanner entre dientes cuando pudo elevarlo un poco, dejando que sus pequeñas piernas se movieran en el aire.

¡Tanner, no! gritó Micaela.

¡Muérete! —gritó Tanner con mucha molestia mientras presionaba más fuerte el cuello del niño.

—¡Tanner, déjalo! —gritó Micaela. Ella quiso correr para detener a su ex novio, pero por alguna extraña razón sus piernas no se movían del lugar donde estaba —¡Tanner, reacciona!

—Es tú hijo, Micaela. Lo has destinado para que muera. ¿Por qué sientes tristeza en este momento?

Aquella peculiar voz hizo que Micaela frunciera su ceño mientras miraba a su alrededor. No podía reconocer aquella voz tan particular.

—Él no se merece eso, es un niño.

—Pues ese niño es el que tú quieres eliminar de tu vientre.

—Yo... yo...

—Piensa bien lo que harás, Micaela.

En ese momento Micaela no pudo hacer nada, simplemente se quedó mirando aquella escena donde Tanner ahorcaba a aquél niño. Las piernas de la chica no se movían, y cuando pudo ver caer al niño totalmente inconsciente al suelo no dudó en gritar y sentirse destrozada por dentro.

¡Noooo! —fue lo que pudo gritar Micaela cuando pudo abrir sus ojos después de haber tenido tan peculiar sueño. Ella pudo sentarse en su cama con rapidez y luego llevó sus manos a su pecho, sintiendo de esa forma la rapidez con la que latía su corazón.

—¿Micaela? —la madre de la chica entró con preocupación, encendiendo la luz del cuarto para luego acercarse hasta su hija —¿Estás bien?

—Sí, mamá, estoy bien. Sólo fue una pesadilla, es todo.

—Se te cayó la biblia cuando te levantaste, Milagro —le dijo Renso a su esposa cuando pudo entrar al cuarto —. ¿Está todo bien, Micaela?

—Sí, papá. Le acabo de decir a mi mamá que sólo fue una pesadilla. ¿Qué hora es? ¿Por qué están despiertos?

—Son las cuatro de la madrugada, sabes que esta es nuestra hora matutina de oración —respondió la madre de la chica.

—Estábamos justamente leyendo un pasaje de la biblia cuando escuchamos tu grito —explicó Renso.

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