[26] Gozo de vida

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Pero algo bueno he visto. Y es que no hay nada mejor que comer y beber y gozar, cada día de nuestra vida, del fruto del trabajo con que nos agobiamos bajo el sol. Ésa es la herencia que de Dios hemos recibido. A cada uno de nosotros Dios nos ha dado el derecho de consumirlas. Tomar nuestra parte y disfrutar de nuestro trabajo es un don de Dios. Y como Dios nos llena de alegría el corazón, no nos preocupamos mucho por los días de nuestra vida.

-Eclesiastés 5:18-20-

Capítulo 26: Gozo de vida.

Después de unos minutos por varios autobuses Lucas por fin pudo llegar a la casa de sus abuelos. Su abuela Roberta preparaba el almuerzo mientras tarareaba las alabanzas que sonaban en la radio y que se dejaban escuchar por toda la casa. Su abuelo Gilberto por otro lado se encontraba leyendo la biblia en el sofá de la sala. Cuando llegó a escuchar la voz en grito de su nieto procedió a dejar la biblia a un lado junto con sus anteojos para luego levantarse del sofá y caminar hacia la puerta, permitiendo que de esa forma su nieto pasara.

—¡Abuelo! Bendición —saludó el chico seguido de darle un fuerte abrazo a su abuelo, quien logró sonreír al ver nuevamente a su nieto.

—Lucas, Dios te bendiga. Te estábamos esperando. ¿No pasaban autobuses?

—Algo así, pero ya estoy aquí. Preparado para comer del almuerzo de mi abuela.

—¡Lucas, mi niño! —saludó la abuela dejando ver sus claras arrugas al sonreír mientras se acercaba a su nieto para abrazarlo y regalarle muchos besos —la comida ya está casi lista. ¿Cómo estás? ¿Se te quitó la fiebre que tenías?

—¿Fiebre? —preguntó Lucas sin entender —¿Cuál fiebre?

—Tu papá nos dijo que tenías fiebre hace días, fue por eso que no podías visitarnos. Nos alegró recibir tu mensaje de que venías para acá.

—Espera un momento, ¿fue por eso que ustedes me mandaban mensajes de apoyo? ¿pensaron que yo tenía fiebre?

—Eso fue lo que nos dijo tu papá —afirmó el abuelo Gilberto.

—Abuelos, mi papá otra vez les mintió. Yo no he tenido fiebre desde hace seis meses. De seguro les dijo eso como excusa para que ustedes entendieran que yo no podía ir a visitarlos.

—Estoy cansada de que tu papá nos siga mintiendo. ¿Qué le pasa? ¿Cómo puede decirnos eso?. Estuvimos orando por ti mi niño pensando que estabas muy enfermo.

—Tranquila, abuela, estoy bien. Mejor olvidemos eso y cuéntenme qué han hecho —comentó Lucas al caminar hacia uno de los sofás y lograr sentarse. Su abuelo se sentó en otro sofá mientras que su abuela decidió por quedarse levantada cruzando sus brazos.

—Sabes que nuestra vida ahora es dedicada a nuestro Señor Jesucristo —comentó el abuelo Gilberto al tomar nuevamente sus anteojos y su biblia —. Hemos estado orando por nuestra familia y también asistimos a la iglesia para alabar a nuestro salvador junto con nuestros demás hermanos.

—Ya vuelvo, voy a apagar la cocina antes de que se queme la carne —indicó la abuela Roberta al retirarse de la sala.

—Justo estaba leyendo unos versículos maravillosos en el libro de Esclesiastés —informó el abuelo mientras buscaba dichos versículos —. Aquí están, es en Esclesiastés capítulo 5, versículos del 18 al 20, dice: Pero algo bueno he visto. Y es que no hay nada mejor que comer y beber y gozar, cada día de nuestra vida, del fruto del trabajo con que nos agobiamos bajo el sol. Ésa es la herencia que de Dios hemos recibido. A cada uno de nosotros Dios nos ha dado riquezas y bienes, y también nos ha dado el derecho de consumirlas. Tomar nuestra parte y disfrutar de nuestro trabajo es un don de Dios. Y como Dios nos llena de alegría el corazón, no nos preocupamos mucho. por los días de nuestra vida.

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