XLV - Culloden

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El dieciséis de abril me despierto, por primera vez, al amanecer, como Jamie hace siempre. No habíamos dormido gran cosa, en parte por sus angustiosas pesadillas, en parte porque temíamos que el sol se alzase, porque sabíamos que a esta hora, estaría empezando la batalla 200 años atrás, en 1746.

Ha vuelto a su ostracismo, taciturno, sufriendo mientras fija sus ojos en la ventana, y la mente en su época, donde seguro se imagina escenas desgarradoras.

Sé por mis conocimientos de historia que la batalla no duró mucho, unos 60 minutos, pero la masacre a los jacobitas fue brutal.

Las agujas del reloj se mueven dolorosamente, como si se clavasen contra la herida fresca y sangrante de Jamie. Me abrazo a su espalda en un infructífero intento de consolarlo, de traerlo de vuelta, pero sé que es imposible.

Su sufrimiento e impotencia es palpable en cada uno de sus músculos, tirantes como las cuerdas de un violín por la tensión. Tembloroso y destemplado, soy yo la que por una vez aporta calor a nuestros cuerpos.

Desearía poder decir algo que lo aliviase, pero la información ya la habíamos encontrado, y no hay nada que pueda serenar el hecho de saber que tus seres queridos están muriendo en este instante y que no puedes hacer nada por ayudarlos, que con tu información no puedes parar la tragedia. Que el mundo que conocías, cuando regreses, no existirá.

Cuando pasa la hora e imaginamos que la batalla se ha dado por finalizada, noto como Jamie suspira lastimoso y un par de lágrimas silenciosas recorren sus mejillas. Se las aparta con furia y se levanta con ímpetu hacia la cocina.

No decimos nada, de luto como estamos, y pasamos las horas en ominoso silencio. Yo solo le dejo saber con mi presencia que estoy ahí si lo necesita.


-Jamie, yo... um...- Carraspeo sin saber sin decírselo o no.- Cada año este día visito las tumbas de los clanes en Culloden Moor como una especie de homenaje. No sé si quieres acompañarme o prefieres que nos quedemos en casa... Entiendo perfectamente que...- Titubeo.

-Vamos.- Me corta decidido levantándose del sillón donde acariciaba el broche de los Fraser.- Por favor.- Termina más suave, dándose cuenta de lo seco y brusco que sonó.



El claro está más lleno de gente que de costumbre, como es habitual en esta fecha. Como yo, otras personas portan ramos de flores. En mi caso, son margaritas con algunos cardos escoceses.

Pisamos la hierba mullida evitando los charcos, adentrándonos hasta el monumento conmemorativo. Como todos los años, escalofríos recorren mi columna porque al fin y al cabo, estamos pisando un cementerio, lleno de fosas comunes de escoceses que murieron masacrados por un ideal, por un príncipe sin trono que les vendió sus fantasías y que huyó como un cobarde sin importarle el daño irreparable que había causado a un país.

Hay varios grupos de turistas, y escuchamos la explicación de uno de los guías:


-Como pueden ver, el llano es abierto y pantanoso. El ejército de las Highlands, expuesto, se lanzó directo a los mosquetes, cañones y morteros. Fue muy rápido y sobre todo, muy sangriento. A todos los efectos, Culloden marcó el fin de los clanes y también el fin de la forma de vida de las Tierras Altas.



Jamie huye del alcance de las palabras del guía, sin aliento tras haber leído la placa conmemorativa.

FOREIGNER. // COMPLETA  (OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora