LXXVIII- La batalla final.

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Cuando llegamos a la linde de Craigh Na Dun el cielo ya era de un color añil. Todavía no había rastro de los soldados ingleses, pero las piedras rugían ensordecedoras.

El miedo atenaza mi pecho y retuerce mi estómago, y no me doy cuenta de que mis manos tiemblan hasta que Jamie me aprieta una y tira de mí hacia él para que lo mire.


- Cuando llegue el día en que debamos separarnos, si mis últimas palabras no son Te amo, habrá de ser porque no tuve tiempo.- La promesa implícita en su voz y en su mirada.


No me pasa desapercibido que no se refiere a hoy ni me dice te amo, pues es su forma de prometernos que hoy no será el día en el que nuestros caminos se separen. Me obligo a creerlo, y me niego a aceptar que nuestra historia termine aquí. Aún no.

Estoy a punto de preguntarle a Jamie si a pesar de todo hemos llegado tarde, cuando de pronto un casaca roja cae al suelo de espaldas frente al dolmen central. Que empiece el baile.


Mientras vemos como uno a uno aterrizan en el campo atravesando la piedra, mareados por el viaje durante unos instantes (es fascinante y aterrador verlo), me echo el arco al hombro y comienzo a trepar por el árbol hasta que encuentro una rama gruesa que aguanta mi peso y pego mi espalda al tronco, escondiéndome entre el follaje. Miro hacia Jamie, que me observa con la boca abierta, pero luego me felicita alzando el pulgar por mi idea. Él está más tranquilo porque estoy mejor escondida y menos accesible y yo tengo mejor vista para apuntar.

Veo con ansiedad como Jamie tenía razón y Rye ha querido asegurar su victoria: cuento doce soldados tras vigilar como el capitán cruza el dolmen, tambaleándose mínimamente, ya que está familiarizado con la sensación.

Trece contra Jamie. La batalla sería tan desigual que no tendría posibilidad de salir con vida solo, incluso aunque consiguiese llevárselos por delante.

La expresión de Rye, que parece más demente todavía, helaría la sangre de cualquiera, pues parece gritar sed de venganza por los cuatro costados, mirando alrededor con ansia, buscando a su presa, Jamie.

Cuando veo como mi marido se mueve de su escondite, saliendo al claro por la parte más alejada de mí, tengo que obligarme a mantenerme callada y en mi sitio. Me mantiene anclada al momento el dolor que siento cuando me clavo las uñas en la palma de mi mano.

La mirada triunfante y la sonrisa sádica que le dedica su enemigo cuando lo ve aparecer me provoca náuseas.


-James Fraser. El hombre que sobrevivió huyendo a través del tiempo, viene aquí para morir.- Exclama con los brazos alzados, dándole la bienvenida al show de la muerte.


Sus perritos falderos llevan todos la mano a su espada al unísono, poniéndose en guardia. Jamie ni se inmuta, solamente aprieta la mandíbula mientras sigue adentrándose paso a paso.


-Si he de morir, acepto la muerte como amiga, pues sé que hay cosas peores en el mundo de los vivos. Mas no pienso permitir que tú sigas siendo una de ellas.- Contesta sin que le tiemble una pizca la voz. El aludido suelta una carcajada perturbadora y sardónica.

-Ay, James...Siempre creyéndote el salvador del mundo.- Lo regaña petulante. Él lo ignora, y se para a unos metros, cuadrando los hombros y preparado para la batalla. Rye comienza a mirar alrededor y detrás de él. -¿Y tu bruja? ¿Ya se ha cansado de intentar salvarte?- Deja de buscarme para volver a mirarlo, sonriendo con maldad, esperando poder derrotarlo primero mentalmente. Sólo yo noto que se inmuta cuando lo noto tensar más los hombros y un músculo de su mandíbula comienza a palpitar.

FOREIGNER. // COMPLETA  (OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora