-¿Seguro que puedes conducir?- Pregunta Jamie con preocupación cuando nos acercamos al fin al coche, después de una caminata que semejó eterna.
Tras el shock inicial con la disociación, me siento extremadamente vulnerable, hipersensible, cualquier sonido es una agresión para mis sentidos. El ruido de nuestros pasos, la respiración de Jamie... El sonido de su voz, que siempre me había parecido hipnótico y tranquilizador, ahora era como un martillo pilón contra mis meninges que no hacía más que aumentar mi enfado inexplicable.
-Tendremos que descubrirlo.- Suelto cínica entre dientes mientras abro la puerta con rabia. Él me mira de reojo, pero no dice nada.
Tras un viaje en un silencio gélido, abrumada y a la vez embotada, conseguimos llegar a casa. No sé si sanos, pero sí salvos.
No entendía que me pasaba, que le pasaba a mi interior, pero lo sentía revuelto, como una oscuridad queriendo abrirse paso y partirme por la mitad. Sentirte incómoda y apresada en tu propio cuerpo es una sensación abismalmente agobiante, que me daban ganas de arrancar mi propia piel para dejar mi carcasa de carne y desaparecer.
-¿Enya, estás bien?- Me pregunta el highlander agarrándome suavemente de la muñeca. No sé si es su voz, o su contacto, pero algo hace click.
Por supuesto, no estaba enfadada con Jamie. Ni siquiera con los casacas rojas, o al menos no en gran parte. Estaba enfadada conmigo misma.
Por no haber sido suficiente, por a pesar del peligro, no haber podido salvar a Stella. Por no haber terminado con el bastardo antes.
Por haberme relajado y pensar que todo había acabado, por no esforzarme más en dominar los hechizos. Por no haber buscado la explicación con más ahínco desde el principio. Por no haber hecho el caso suficiente a mi seanmhair y haber aprendido.
Por haberme creído superior en mi escepticismo, pensando que la magia eran cuentos de viejas y niños, había muerto gente. Y esa gente pesaba ahora mismo sobre mis espaldas.
Y no, no tiene culpa de nada, pero eso enciende la mecha que detona los muros endebles que contenían la oscuridad rabiosa, de consistencia petrolera, que empezó a destruir todo a su paso, saliendo de mi boca.
Aparté su mano con un movimiento brusco y su expresión pasó de sorprendida a dolida en una milésima de segundo.
-¿Bien? ¿Qué si estoy BIEN?- Contesto a voz en grito.- ¡Acabo de matar a una persona!
-No te quedó más opción.- Responde calmado.- La guerra es así, por desgracia. – Su calma e intento de raciocinio me enfurece aún más.
-¡Maldita sea, Jamie! ¡Estudié enfermería para salvar vidas, no para arrebatarlas!
-Has salvado muchas más vidas que las que has arrebatado, y con este acto has salvado aún más.- Intenta tranquilizarme, compadecerme, pero no quiero su compasión.
Soy un fraude y una asesina, pero ni siquiera una asesina a tiempo. Stella, su madre y otras habían muerto por mi culpa, por mi ineptitud. Y así se lo hice saber, a gritos.
Aguanta estoico el chaparrón, como si estuviera acostumbrado a estas disruptivas tras la primera vez que quitas una vida. Seguramente lo estaba, y lo habría sentido en sus propias carnes.
Probablemente su experiencia podría ayudarme, pero en este momento, sólo me enfadó más, y lo vi como un enemigo, como un cómplice.
Se acerca un paso hacia mí, cauteloso, con intención de abrazarme y recomponerme entre sus brazos, pero vuelvo a rechazarlo como un animal salvaje rabioso.
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FOREIGNER. // COMPLETA (OUTLANDER)
FantasyEnya Everdeen trabaja como enfermera en el Raigmore Hospital en Inverness (Escocia) cuando una noche llega a urgencias un hombre inconsciente y malherido, con ropas del siglo XVIII y, según los técnicos de ambulancia, hablando en un lenguaje extraño...