Nos refugiamos al fin de la lluvia en el coche y fuimos a casa con la calefacción al máximo cruzando la cortina de lluvia que, aunque con menos fuerza, seguía empapando la madrugada.
Presidenta Miau protestó en cuanto abrimos la puerta, seguramente sermoneándonos por estar fuera de casa a esas horas de la noche. Ni siquiera nos saludó restregándose contra nuestras piernas al ver lo empapados que estábamos.
-Vayamos a ducharnos con agua bien caliente y recemos por no tener mañana una neumonía. - Propongo rápidamente.
-Ducharnos... ¿Juntos? - Pregunta con cautela. Miro para él extrañada, pues pensé que lo habíamos solucionado, pero igual por su parte no era así del todo.
-Pues sí... Me parece una tontería tener que esperar enfriándose uno esperando a que el otro acabe. Yo no tengo problema, por lo menos, pero si tú sí...
-Yo no tengo problema alguno. - Me interrumpe con premura. - Pero pensaba que tú tal vez sí.- Sonreímos avergonzados por el lío provocado solo por la falta de entendimiento.
Mientras el baño se llena de vapor, se siente raro desnudarnos juntos tras lo que pudo haber sido el fin. Estamos tímidos, de espaldas al otro, sin atrevernos a mirarnos. Mientras que en antes nos desnudaríamos el uno al otro.
El kilt de Jamie es el que más sonido hace al caer al suelo, pues es pura lana absolutamente empapada.
Tirito los primeros instantes en los que el agua caliente choca contra mi piel helada, pero no tardo en soltar un ronroneo de placer cuando mi cuerpo vuelve a calentarse.
Me volteo para mirar a Jamie, que está a mis espaldas, mirándome cauteloso, aunque si bajo la mirada su erección muestra todo menos cautela. Lo observo a través de las pestañas, cara a cara, y él traga saliva.
Levanta un brazo, despacio, tanteando mi reacción, y separa con delicadeza unos mechones mojados de mi rostro. Agarro su mano antes de que la aleje y pego su palma contra mi mejilla.-¿Tardaremos mucho en volvernos a sentir igual? - Susurro vagamente comprensible por el sonido del agua.
-Para mí nada ha cambiado, pero no quiero presionarte. Tanteo tu reacción para no traspasar ninguna línea, me imagino por lo que has pasado y no tienes que recuperarte ya.- Explica. Suelto el aire con alivio.
-Han cambiado ciertos aspectos por mi persona, pero no mi amor por ti. - Admito. Él también suspira y cierra los ojos con sosiego.
Me acerca a sus brazos y nos abrazamos bajo el agua caliente, me relajo con el sonido de los latidos de su corazón.
Coge el champú y comienza a frotarlo contra mi cabello, el masaje me hace ronronear con gozo. Yo le devuelvo el gesto, aunque tengo que ponerme de puntillas. Sonríe como un niño, hastiado, y me sujeta poniendo sus grandes manos a los lados de mis caderas.
Lo volteo 180 grados para enjuagar el champú.
-No se de donde salió esa Enya víbora, pero espero que nunca vuelva porque me asustó hasta a mi.- Me disculpo de nuevo.
-Prefiero discutir contigo un día entero que hacer el amor con otra. - Pero mi culpabilidad todavía no me permite dejarlo atrás.
-Te digo en serio que no cambiaría nada, aún con todos los problemas, que seguiría eligiendo que llegaras a mi vida.- Eso era lo que más me había dolido soltarle, junto con echarle la culpa de todo. Sonríe azorado.
-Te creo. Porque yo elegiría morir mañana antes que vivir cien años sin haberte conocido.- Y siento ganas de llorar otra vez, aunque esta vez de felicidad.- Aunque sin duda a ti te ha traído más complicaciones que a mí...-Murmura culpable de nuevo. Niego con la cabeza, dificultando que él me enjuague la melena.
-Primero de todo, aquí me estoy disculpando yo. - Bromeo.- Nada ha sido tu culpa y ha valido la pena. No te dejaré ante los obstáculos. Es más, ojalá supiera como dejarte, porque sin duda lo haría más fácil en Octubre.- Y ya no me quedaron más ganas de bromear. Jamie me observa con pena en sus ojos.- Y ahora que me he disculpado por los próximos 200 años, vamos a terminar de ducharnos porque el calentador debe de estar a punto de agotarse y a este paso nos amanece.
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FOREIGNER. // COMPLETA (OUTLANDER)
FantasíaEnya Everdeen trabaja como enfermera en el Raigmore Hospital en Inverness (Escocia) cuando una noche llega a urgencias un hombre inconsciente y malherido, con ropas del siglo XVIII y, según los técnicos de ambulancia, hablando en un lenguaje extraño...