El Castillo Leoch fue el ancestral hogar del Laird del Clan Mackenzie hasta mediados del siglo XIX. Puede leerse en el panel informativo a la entrada del castillo.
Abandonado por sus dueños y por el gobierno en un vacío legal, del anteriormente majestuoso castillo sólo quedan los cimientos. Ni puertas, ni ventanas, ni siquiera los techos. La naturaleza volvió a abrirse paso entre sus fantasmales torres, y se vislumbra musgo, hiedra y árboles entre sus huecos.
Caminamos sobre pasto sin recortar que me llega a los gemelos, y, aunque asustada, sigo a un Jamie silencioso que se adentra al monumento por la que debía ser la puerta principal.
Nos encontramos más hiedra, arbustos con espinas y restos de vigas derrumbadas sobre el suelo, asumo que el antiguo techo. El highlander, preocupantemente silencioso e impasible, recorre el lugar inspeccionándolo. Se mueve por los pasillos con una confianza que nadie puede negar que vivió allí. De repente, se para y contempla los muros y el techo.
-¿Jamie...?- Susurro preocupada.
-Esto era la cocina.- Suelta. Señala con su brazo hacia la izquierda.- Y por aquí estaba la chimenea. El día que crucé las piedras, por la mañana, en este mismo lugar donde me encuentro, la señora Fitz me dio de almorzar unas gachas recién hechas.- Lo escucho tragar saliva.
Antes de que pueda acercarme a él y preguntarle si está bien emprende de nuevo la marcha decidido. Y a pesar de la humedad que se filtra hasta mis huesos, lo sigo.
Pasamos por más pasillos oscuros, sólo iluminados por los pequeños ventanucos entre las piedras, llenos de más vegetación y madera y telas de araña. El suelo está lleno de musgo y me resbalo, pero Jamie me coge el brazo evitando que toque el suelo, saliendo al fin de su trance. Sólo habla para preguntarme si estoy bien, pero sigue su camino, aunque esta vez, cogiéndome del brazo para sostenerme.
Después de varios giros, llegamos a una puerta de madera. Jamie intenta abrirla pero la madera está hinchada por la humedad y el descuido, y las visagras están oxidadas.
-No se abrirá.- Resopla con esfuerzo y fastidio después de menearla por un tiempo. Suspiro, pues noto que es importante para él, y me apoyo en la puerta detrás de su espalda.
-A la de tres. Una... Dos... Tres.- Y empujamos con nuestros cuerpos la puerta, que termina cediendo soltando gran cantidad de polvo, que seguramente tendrá más años que yo. Me sonríe con agradecimiento, pero su facies vuelve a ponerse seria cuando entra.
A pesar de que está en el mismo estado que el resto de la edificación, en esta estancia la luz es mayor, lo que nos permite ver con claridad. Incluso quedan todavía muebles apolillados y recipientes dispersos.
-¿Qué era esto?- Pregunto mientras doy vueltas y siento un aire frío contra mi espalda, colándose por las ventanas rotas.
-La consulta del sanador.- Suspira.- Pensé... que te gustaría verla... Obviamente no la recordaba así... Pensé... que te podrían interesar las pociones que tenía...- Balbucea, perdido. Me apuro a abrazarlo, lo siento temblar contra mis brazos.
-Shh, shh... Está bien, Jamie. Te agradezco igual la intención. Es más, siempre me han gustado los castillos.- Lo abrazo más fuerte. Siento como me acaricia el cabello y levanto mi vista hacia él, hacia sus ojos tristes.- No quería traerte por esto... sabía cómo estaba y no quería hacerte sufrir.- Sonríe melancólico y me acaricia la mejilla.
-Como te dije, lo necesitaba. Es una sensación extraña... Estoy aflijido por verlo en ruinas, por no ver el esplendor que recordaba. Pero a la vez es algo que conozco... algo que, aunque de forma lúgubre, me recuerda a mi hogar. También es una forma de anclarme al suelo, un pellizco efectivo para saber que no estoy soñando; que las mañanas que me despierto desorientado, sin saber si todo es verdad o mentira, que no todo es producto de mi cabeza. Es duro, muy duro ver tu mundo reducido a cenizas. Pero es más duro pensar que te has podido volver loco, y esto es un alivio.- Acaricia mi labio inferior.- Y tenerte... me hacía pensar que tenía que estar soñando, un ángel en medio de una pesadilla. Eres demasiado perfecta para ser real... Eres lo más hermoso que he tenido nunca... Y me cuesta pensar que seas mía, todavía.- Y me besa, sus labios aún temblorosos.
Su boca ataca la mía cada vez con más desesperación, intentando atarse a la realidad, a la idea de que está conmigo, intentando olvidar que ahora mismo lo ha perdido todo. Yo correspondo a sus besos, empatizándome con su dolor e intentando borrarlo. Cuando siento mis muslos húmedos, recuerdo la idea que había tenido para hoy en un arranque de locura, y, aunque no será como había esperado, decido llevarla a cabo aquí.
Jadeante, me separo de Jamie que me mira sin comprender. Con una sonrisa maliciosa, me siento sobre la que supongo sería la mesa del sanador. Jamie frunce el ceño intentando comprender mis pensamientos.
-Todos tus buenos recuerdos aquí son del siglo XVIII y los malos del XXI. Quiero que puedas tener, aunque sea, un buen recuerdo aquí en este siglo.- Sonríe de lado y niega con la cabeza.
-Te vas a manchar.- Levanto una ceja y sonriendo pícara, me levanto el vestido largo que llevo con estampado escocés hasta los muslos.
-Tengo una ducha en casa. O siempre me puedes enjabonar tú.- Y entreabro las piernas. Jamie se acerca, con mirada caída y ardiente y siseo cuando siento sus dedos bajo el vestido. Chasquea la lengua con reprimenda.
-Señora Fraser, se ha olvidado la ropa interior en casa.- Observa haciéndose el escandalizado. Rápidamente se acuclilla y da buena cuenta para que no me coja el frío.
Y mis gemidos hacen parecer al castillo que vuelve a albergar vida.
"Sra Fraser":
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FOREIGNER. // COMPLETA (OUTLANDER)
FantasyEnya Everdeen trabaja como enfermera en el Raigmore Hospital en Inverness (Escocia) cuando una noche llega a urgencias un hombre inconsciente y malherido, con ropas del siglo XVIII y, según los técnicos de ambulancia, hablando en un lenguaje extraño...