Epílogo.

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Siete años después


El suave sol de esta tarde de agosto calienta mis mejillas mientras el viento cálido hace revolotear mi cabello pelirrojo, que brilla a la luz del astro rey.

Camino por el campo detrás de nuestro hogar, el cottage, mi casa de la infancia, el pasto acaricia mis dedos y la hierba la parte de mis piernas que la falda deja descubierta.

Sigo las risas de nuestros hijos, que juegan con su padre a unos metros de donde yo me encuentro.

La mayor tiene cinco años, se lanza contra su padre para que la alce en el aire mientras ella separa los brazos como si volara. La risa infantil que se escapa entre su boquita y sus mejillas regordetas provoca las carcajadas de su padre, al que se le cae la baba con la niña de sus ojos.

Literalmente, puesto que ha heredado mis rizos pelirrojos (de ambos) pero los ojos grises de su padre. También la tenacidad y sonríe en sueños.

Su hermano, que ha cumplido hace poco los dos años, se abraza a Jamie mientras su hermana se sube a la espalda de su padre. La nariz de mi marido acaricia la cabecita pelirroja de mi bebé, y él ríe con sus ojos verdes brillando.


Ninguno de los dos ha heredado mi heterocromía, me pregunto si será eso una señal de que no son druidas especiales como yo. Si eso significa tener una vida apacible y sin problemas intertemporales, se lo deseo.


Mientras sus risas se elevan cristalinas hacia el cielo, inconscientemente acaricio la cicatriz del disparo, una leve prominencia encima del hueso de mi cadera. Los observo, con el orgullo y el amor con el que una madre observa a sus hijos, mientras pienso en todo lo que me había llevado hasta aquí, y en lo cerca que había estado de perderlo todo.

Nuestra hija vuelve correteando a su padre con un diente de león, y antes de que el lo coja, se lo sopla en la cara. Su hermano, en el regazo de Jamie, protesta porque los restos también caen sobre él, pero pronto se contagia de la risa de su hermana mayor.

Jamie se hace el ofendido, apartando los restos de su cara antes de cogerlos a ambos en brazos y jugar a las luchas con ellos.

Sonrío mientras los miro, porque a pesar de todo, no cambiaría nada de lo que me hizo llegar hasta aquí, tener mi familia, con Jamie, como había soñado.

Entonces, Jamie me mira. Seguimos conectados a pesar de los años. Sus ojos plata me acarician desde la lejanía.


Nuestros bebés van a jugar juntos, las piernas regordetas de mi hombrecito intentan seguir el ritmo de las de su hermana, que agarra su mano para protegerlo de caerse.

Jamie no tarda en atravesar el prado, como una visión de película romántica, con el sol reflejando en sus cabellos llenos de matices, como los del pelaje de un ciervo. Cuando llega a mi lado, agarra mi rostro entre sus manos y me besa los labios calentados por el sol. Agarro sus anchos hombros mientras disfruto de su sabor y cuando tenemos que parar para respirar, sonreímos antes de volver la vista al frente, vigilando a nuestros pequeños. Yo, abrazada a la cintura de mi marido, él, pasa un brazo por mis hombros y pega a su costado.


-Estabas muy pensativa, mirando al horizonte.- Comenta de repente, queriendo saber lo que pasaba por mi cabeza.

FOREIGNER. // COMPLETA  (OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora