Los primeros copos de nieve dan la bienvenida al invierno en este día del solsticio. Los veo caer por la ventana enfrente del fregadero, pero todavía no hace el frío suficiente para que cuajen formando el manto níveo que recubra el suelo otoñal.
Observo a Jamie terminando de picar la leña, preparando los últimos troncos para el almacén del invierno que guardamos en el garaje.
Hace solo un par de meses que dejamos mi apartamento alquilado en la ciudad de Inverness, nuestro hogar durante el intenso primer año durante el cual nos conocimos y enamoramos, para volver a vivir en el cottage de mi infancia.
Me he reconciliado con mis recuerdos y el duelo ha dejado de ser patológico. Por fin las memorias que me vienen son buenas, y dejan un regusto de cálida añoranza, y no un triste y cruel regusto amargo.
Nos acostumbramos a vivir aquí, a hacerlo nuestro hogar, tan rápido y de forma tan orgánica, que semeja que hemos vivido aquí siempre.
La Enya druida se ha reconciliado con la Enya que conocía y ahora vive feliz en su ambiente, reconciliada con los conocimientos de mi seanmhair, reviviendo su pequeño huerto de plantas medicinales.
Jamie está encantado, es un hombre de campo, y siempre repite que el sueño de formar un hogar conmigo se ha cumplido y no puede pedir más. Y tras decirlo, me besa después de hacer el amor, la forma en la que bautizamos todos los rincones de nuestro refugio.
Sonríe cuando me ve comiéndomelo con los ojos mientras friego más de lo necesario una taza. En sus ojos grises se forma una tormenta que los oscurece, dejando entrever promesas oscuras y no aptas para menores de edad.
Muerdo el labio inferior mientras me recreo en cómo el sudor pega la franela a su cuerpo, donde sus músculos activos por el trabajo se marcan de forma pecaminosa. La lengua pasa por donde antes rozaron los dientes mientras la Enya animal y lujuriosa se imagina lamiendo las gotas de sudor que recorren su cuello, pecho y abdomen, mezclándose el almizcle con su aroma a madreselva. Ese es mi olor a casa, a Jamie, cuando su aroma rezuma tras el esfuerzo de hacer el amor y se mezcla con el mío y el del sexo.
¡Jesus Eleanor Roosevelt Christ! Creo que estoy babeando...
Se ha dado una prisa sospechosa en terminar la tarea del almacenaje de leña y comprendo el motivo cuando lo siento presionando mis nalgas con su excitación, atrapándome entre el fregadero y su cuerpo.
-¿En qué pensabas, mo ceann dearg?- Me susurra juguetón al oído , agarrando mis caderas. Mi única respuesta es la huida de aire a través de mis labios entreabiertos.- Creo que me lo imagino... se podían escuchar tus pensamientos obscenos desde fuera.- Ríe entre dientes.
Su mano se cuela bajo mi jersey, acariciando mi abdomen y provocando corrientes en todos mis nervios.
-¿Cómo es posible que vengas del aguanieve y sigas estando más caliente que yo?- Pregunto sin pensar.
Sus manos fuertes y masculinas, callosas en ciertas partes, parecen quemar sobre mi piel. Siento como se ríe por mi doble sentido involuntario.
-Porque solo una mirada tuya consigue prenderme por completo.- Susurra, su voz grave cayendo como un hilo de caramelo líquido. Cuando besa y mordisquea mi cuello, gimo y la taza jabonosa se escurre entre mis manos, retumbando en el fondo del fregadero y salpicándome de espuma.- Necesito apagar este fuego que me consume, y por lo que he visto, tú precisas del mismo favor... de hecho, parece que estás más afectada que yo por estas... fiebres.- Se burla de mí, pero la verdad es que ahora mismo no puede importarme menos, cuando siento como acuna y agarra uno de mis pechos bajo el jersey.
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FOREIGNER. // COMPLETA (OUTLANDER)
FantasyEnya Everdeen trabaja como enfermera en el Raigmore Hospital en Inverness (Escocia) cuando una noche llega a urgencias un hombre inconsciente y malherido, con ropas del siglo XVIII y, según los técnicos de ambulancia, hablando en un lenguaje extraño...