LXXIII- La oferta.

968 94 37
                                    

No volvimos a saber de ningún otro ataque, pero bien era cierto de después de cada asesinato masivo tomaban unos días de descanso, como para saborear el terror. Como un gato que deja correr unos centímetros a su presa para luego volver a cazarla cuando piensa que ya se ha librado.

Y precisamente, como la experiencia era un grado, sabíamos que no debíamos confiarnos, que precisamente estos pocos días que habían pasado eran un regalo, y lo aprovechamos para seguir urdiendo un plan. Cómo dirigirlos hacia donde queríamos cuando el portal estuviera abierto y poder emboscarlos, pues Jamie necesitaba toda la ventaja que pudiéramos conseguir.

Aún no se lo había dicho, pero no pensaba quedarme de brazos cruzados mientras él luchaba. Mi marido no había sacado el tema a colación, supongo que esperanzado de que si no lo hablaba no me daría ideas, aunque estoy segura de que se lo teme, y de que no está para nada de acuerdo con ello.

El calendario lunar había pasado a ocupar gran parte de mi salón, un recordatorio constante de los días que me quedaban para prepararme hasta la siguiente luna llena, que era cuando podría realizar el ritual. Volví a mirar el calendario, como si no lo supiera de memoria ya, pero los nervios atenazaron mi estómago cuando me di cuenta del día en el que estábamos, y que quedaban exactamente 21 días para la próxima luna llena, el uno de octubre.

Mi cabeza, a pesar de ver el almanaque cada día, había obviado por completo el hecho de que ya estábamos en septiembre en un intento de focalizarme sólo que había tenido un día más de práctica, un día más con Jamie.

Miré de reojo hacia él, que miraba concentrado el mapa de Inverness y alrededores en el Google Maps como debía hacer antaño en mapas apergaminados. Sentí caer el mundo encima cuando me di cuenta de lo cerca que estaba de perderlo para siempre, fuera como fuese, se iría, bien el día uno o el treinta y uno... Porque no era tan ingenua como para no pensar que Jamie podría aprovechar la oportunidad del portal abierto para volver a su siglo. Tal vez, por deferencia a mí (a ambos) alargaría el mes hasta el final, pero sabía que era alargar lo inevitable.

Observando el rostro que tanto amaba, me prometí una cosa: que haría todo lo posible para que cruzase las piedras por voluntad propia, fuera cuando fuese, pero vivo.


Me sacudí los malos pensamientos y el duelo anticipado de encima y me centré en volver a practicar por última vez los cánticos que ya recitaba de memoria como si de mi nombre se tratase. Volví a mirar el reloj (el tiempo, en qué enemigo se había convertido para mí) y me di cuenta de que me faltaban cosas para el ritual.


-Jamie.- Levanta rápido la vista hacia mí, sus ojos grises a pesar de los meses siguen haciéndome saltar el corazón en el pecho.- Necesito ir al cottage a por unas cosas del baúl de mi seamnhair.- Cerró el portátil sin titubear y se levantó con gracilidad del sofá, tendiéndome la mano.

-Te acompaño, vamos.- Y su mano apretando la mía calmó los miedos hasta volverlos susurros.


Su forma de decir "vamos" produjo en mi interior una emoción tal que casi me hizo llorar. Dudaba que alguien a parte de él hubiera usado esa palabra conmigo. Siempre había hecho todo por mi cuenta, siempre había sido la Enya solitaria que se buscaba la vida para no darles más trabajo a sus ancianos abuelos que se convirtieron en padres postizos. Ser parte de un equipo, una pareja, era todo lo que siempre había querido. Y no lo decía por ser la última a la que escogían para el equipo en el colegio en gimnasia o para los juegos. Lo cierto era que, ser parte de algo con él, era más especial que cualquier cosa, era algo que me marcaría para siempre, que atesoraría y me acompañaría, para no volver a sentirme sola.

FOREIGNER. // COMPLETA  (OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora