LXXXI- Craigh Na Dun.

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ENYA


Me entristezco cuando me despierto por la luz mortecina del amanecer nublado, pues la luz diurna señala que hay que enfrentarse a la realidad

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Me entristezco cuando me despierto por la luz mortecina del amanecer nublado, pues la luz diurna señala que hay que enfrentarse a la realidad. Y no estoy segura de estar preparada para eso.

Los múltiples pinchazos en mis músculos me dan los buenos días cuando me estiro al levantarme de la cama, y secretamente deseo que se queden mucho tiempo conmigo, como un recordatorio de que lo que viví fue real.

A pesar de lo poco que hemos dormido, ambos nos despertamos como un resorte sin necesidad de alarma.

Desayunamos en silencio. Ayer me hice tarta de zanahoria, mi favorita, como autorregalo de cumpleaños, pero la verdad era que comía para llenar de glucosa mi organismo, pues tenía el estómago cerrado.

Ni siquiera Jamie tenía hambre.


-¿Lo llevas todo contigo?- Le pregunto contrita cuando lo veo aparecer con el mismo atuendo con el que llegó hace un año. Palpa su kilt y bajo su chaqueta y vuelve a echar un vistazo al morral antes de asentir.- Por favor, llévate esto.- Le pido tendiéndole unas bolsas de papel con unos sándwiches y el resto de tarta.

-Enya...- Responde contrariado.

-Por favor, me quedo más tranquila si sé que llevas comida hasta que puedas llegar a Lallybroch.- Ruego con las palabras saliendo a toda velocidad de mis labios para que mi voz no se quiebre cuando las lágrimas pugnan por salir. Suspirando, acepta y lo guarda en el morral.


Juraría que se queda observando la puerta melancólico por un rato cuando salimos hacia el coche.

Su mirada sigue melancólica mientras ve por última vez los paisajes iguales pero cambiados pasar por la ventanilla. Un silencio triste inunda el ambiente. Yo sólo intento concentrarme en la carretera, focalizándome en el sonido y el recorrido del parabrisas que lucha contra una fina pero continua lluvia.

Como siempre que no quieres que algo llegue, Craigh Na Dun se vislumbra en el horizonte demasiado rápido. Mi corazón se constriñe sangrante en mis costillas, pero no puedo flaquear ahora.


Mientras aparco al pie de la colina, me pregunto cuánto me costará luego, de vuelta a la soledad, mi abnegación al no rogarle que se quede. Pero sé que no puedo pedirle eso, es su elección, y que si elijo por él (lo obligo a elegirme), nos pasará factura a la larga.

El click de los cinturones al desabrocharse se escuchan como los disparos que dan inicio a la carrera, y el sonido metálico de las puertas cerrándose, la nota final de los platos o cimbales de orquesta.

FOREIGNER. // COMPLETA  (OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora