Me despierto en la madrugada por el resplandor de la luz de la mesilla, que se ha quedado encendida al dormirnos.
Jamie duerme a mi lado, con una sonrisa en su rostro, plácido y relajado. A pesar de la paz que me provoca esta imagen, me he desvelado, y no quiero despertarlo dando vueltas en la cama; así que me levanto con sumo cuidado y enrollando mi cuerpo desnudo en su kilt, me recuesto sobre el alféizar de mi ventana, rodeada por su efluvio y mordiéndome el dedo pulgar mientras miro a la nada distraída. Permito a mi mente recordar la noche, lo que me hizo sentir, lo liberada que fui cuando me amó.
Abrumada aún por las sensaciones, me doy cuenta de que no puedo huir de estos sentimientos por más que me pese. Ni hoy ni nunca. Cuando menos me lo espero, me abruma la sorpresa y hala, infarto de miocardio emocional.
Pero aunque no lo parezca, por primera vez, esta epifanía no me hace entristecerme. Porque he sabido querer, aunque termine siendo por un corto período de tiempo. Pero sé lo que es querer de verdad y que te quieran con locura. Y soy afortunada porque no todo el mundo puede decir lo mismo.
Ensimismada en mis pensamientos, no me he percatado de que Jamie se encuentra detrás de mí. Sus formidables 1,91 de altura me arropan sin tocarme antes de que ponga un collar largo sobre mi cuello. Se sienta frente a mí, como fue traído al mundo, inmenso en mi pequeña ventana, nuestras rodillas rozándose.
Contemplo ensimismada las perlas en mis manos, sorprendida por el gesto.
-Son perlas escocesas.- Explica Jamie solemne sin que yo llegue a formular mi duda.- Eran de mi madre...- Sus ojos plateados me miran con intensidad antes de declarar lo siguiente.- Ahora son de mi mujer.- Reafirma oficialmente. Lo miro con amor, pero vuelvo mi vista al collar.
-Son hermosas...- Susurro.- Pero, Jamie...- Rezongo dudosa.- ¿Cómo puedo aceptarlas? ¿Cómo vas a dejar esto atrás? ¿Y tu próxima mujer, seguramente la definitiva...?- Pregunto sobrepasando la hiel de mi garganta.
-Tal vez no seamos un matrimonio al uso.- Interrumpe.- Pero quiero que tengas algo mío al igual que yo quiero tener algo tuyo. -Determina.- Tú me diste esas fotografías de nosotros, y la libélula en ámbar que encontraste de pequeña, la que adorabas porque parecía estar en un vuelo eterno, suspendido en el tiempo; dijiste que te recordaba a mí, y que me la regalabas para que el recuerdo de ambos permaneciese impasible entre siglos.- Prosigue detallándome su explicación. Sus orbes argentas me contemplan con emoción contenida.- Es de lo poco que me ha quedado de mi madre. Para mí son muy valiosas. Tanto como tú, Enya. - Se declara entre susurros.
Dejo que el collar caiga por su propio peso sobre mi busto, y me arrodillo junto a mi highlander, besando su hombro y acariciando los rizos que se pegan a su nuca. Al moverme, el kilt se escurre por mis hombros, por lo que me pego a mi marido para que me arrope con el calor que emana de su cuerpo mientras lo beso con la pasión que vuelve a encenderse.
Me coge entre sus brazos sin apenas esfuerzo, mi espalda baja aún tapada por los colores de su clan, y se sienta en mi cama con mi cuerpo todavía encima. Solo me aparta para poder colocarse él y abrir mis piernas para que me ubique con las piernas abiertas frente a él, sentados uno sobre el otro, mis extremidades anudadas detrás de su espalda.
Nos movemos con suavidad uno frente al otro, sin dejar de mirarnos. Nuestros iris no rompen la conexión en ningún momento, y juro que es lo más erótico que he experimentado jamás: hacer el amor lentamente, conectados físicamente y a través de nuestras miradas, sintiendo como la electricidad corre por todos nuestros músculos.
Una de sus manos se encuentra en el final de mi columna, ayudándome a moverme, mientras me coge la mano que no está anclada a su hombro. Sus labios besan la cumbre de mis pechos, y me estremezco al sentir el contraste de temperaturas: el frío de las perlas y el ardor de la boca de Jamie.
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FOREIGNER. // COMPLETA (OUTLANDER)
FantasíaEnya Everdeen trabaja como enfermera en el Raigmore Hospital en Inverness (Escocia) cuando una noche llega a urgencias un hombre inconsciente y malherido, con ropas del siglo XVIII y, según los técnicos de ambulancia, hablando en un lenguaje extraño...