LXIX - Shock

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JAMIE

-Esta condenada mujer

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-Esta condenada mujer...- Susurro entre dientes mientras sigo buscando a Enya frenético entre el gentío, recibiendo empujones por ir contracorriente.

De un momento a otro se había ido corriendo hacia una niña y por culpa de una marabunta de gente las había perdido de vista. Continúe buscando con frenesí, con el corazón en un puño, temiéndome lo peor y a la vez rezando porque no se cumpliese.


-No tiene ningún respeto por su propia vida.- Escupo entre dientes, rabioso por los disgustos que me daba por ir hacia el peligro en vez de alejarse de él.


Sortear a la gente que corre en pánico como pollo sin cabeza es francamente difícil, y eso que mi corpulencia evita que me empujen hacia atrás lo ya caminado y además me permite hacerme sitio, pero avanzo más lento de lo que debería.

Una ola de gentío viene hacia mí de repente acompañada por gritos, me separo lo suficiente del camino para que no me arrollen mientras busco con terror a Enya y su cabello pelirrojo. EL alivio al no verlo no dura mucho, pues vislumbro el origen de todo esto: dos casacas rojas acorralan a un pequeño grupo de mujeres jóvenes, uno de ellos apuntando con la espada, el otro intentando aprovecharse de una mientras ella se resiste.

A pesar de lo que dije de mi mujer anteriormente, ambos somos iguales y me lanzo sin pensar hacia ellos, atacándolos por la espalda. Al del arma lo degüello con rapidez, provocando un grito de terror de las mujeres, sobre todo cuando todos nos salpicamos de sangre.

Agarro la espada del caído con rapidez y comienzo a luchar con el otro soldado, que tiene los pantalones por la mitad de los muslos y un arma menos que yo. Ordeno a las mujeres que corran sin mirarlas mientras esquivo un espadazo. La siguiente embestida la paro con el filo, los hierros chocando y clavo mi puñal en su hígado.

Seco el puñal en la hierba rápidamente para guardarlo y corro con las dos espadas y las manos ensangrentadas. Mi mente no para de recordarme a Enya con Rye presionando el filo del arma sobre su garganta, pero esto solo me da fuerzas para correr más rápido.

Encuentro a dos soldados solos durante mi carrera, a los que atravieso con facilidad y sin mucha lucha, aunque no consigo salvar a ningún inocente, por lo que como en otras batallas, el cuerpo de los verdugos queda tendido al lado del de sus víctimas.

Cuando escucho de nuevo el grito de "Mamá", mi instinto me dice que Enya se encontrará allí, así que sigo a la procedencia de los gritos que cada vez se escuchan más cerca.


El cabello llameante de Enya es como mi Estrella de Belén, aquella que guió a los reyes de Oriente a conocer a Jesucristo. Todavía está un poco lejos de mi alcance, así que apuro mis piernas lo máximo que dan.

FOREIGNER. // COMPLETA  (OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora