LXXX- No dejes que amanezca.

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Volví a casa de alta una semana después. No habíamos conseguido que Jamie fuese a descansar a casa en los días de diferencia de nuestras altas hospitalarias, a pesar de que él también había pasado por una operación y desangramiento. Pero el cabezota del highlander no iba a permitir que me quedase sola.

Por lo menos durmió en el sillón al lado de mi cama y no en el suelo como él había sugerido de primeras porque ya estaba acostumbrado y lo había hecho con heridas peores.

Mi único objetivo (además de mantener el dolor a raya y no abrirme los puntos) era disfrutar de Jamie las dos semanas y poco que nos quedaban hasta el último día de Octubre, mi cumpleaños y la despedida definitiva.

Nos refugiamos en mi hogar, saliendo lo mínimo y siempre pegados el uno al otro. Parecía que necesitábamos el contacto físico tras lo que habíamos pasado para poder asegurarnos de que seguíamos enteros.

El mayor problema había sido que, aunque yo me encontraba bien, Jamie, al que podría apodar consejos doy que para mí no tengo, consideraba que no estaba lo suficientemente recuperada y que siempre tendía a cuidar muy poco de mi integridad.


Así que cada vez que intentaba que hiciésemos el amor (comprendedme, los días estaban contados y no iba a volverlo a ver), me apartaba con mucha diligencia y un beso en la coronilla, seguido de la retahíla anterior regañándome.

Tampoco ayudó el día que conseguí un acercamiento (aunque me hizo ponerme casi en estrella de mar y sólo sentir) mi cuerpo se movió como antaño y notó perfectamente mi pobre intento de ocultar el ramalazo de dolor. Dejó el sexo oral mirándome con preocupación y volvió la retahíla. Por lo menos en el resto de ámbitos si disfrutábamos.

Cuando ya la herida estaba cicatrizando y no precisaba más que de algún analgésico ocasional, comenzó a creerme, y volvimos a disfrutar del cuerpo del otro, aunque a pasos de bebé y yo procurando no moverme demasiado las primeras veces, pues creo que lo hice plantearse atarme a la cama para inmovilizarme.


El tiempo siguió corriendo, más rápido de lo que me hubiera gustado, y estábamos a 30 de octubre de 2016. Mañana Jamie viajaría de nuevo al siglo XVIII.

Tras todo lo que había pasado, fue más fácil para mi cabeza sólo centrarse en disfrutar al máximo de este día con él y no pasármelo llorando por las esquinas. Ya tendría tiempo para eso después.

Hice a Jamie uno de sus platos favoritos de mi siglo, la lasaña de carne, y lo cebé, pues me hacía quedarme tranquila de que por lo menos iría bien alimentado a una época en la que comer todos los días era un lujo.


Nos acurrucamos debajo de las mantas y hablamos durante horas. Rememorando, hablando de nuestros pasados, de nuestros sueños. No planteamos nada sobre el futuro, supongo que porque no éramos capaces de ver un futuro en el que el otro no estuviera.

Cuando el sol se escondió en el horizonte dejando paso a la noche, la culpabilidad y la tristeza en el rostro de Jamie eran palpables.



-Lo siento.- Susurra.- Siento causarte tanto dolor. Siempre luchando para llevar el dolor de ambos sobre mí, para evitártelo, y yo soy la mayor causa porque te abandono...- Se disculpa desolado. Lo callo con un dedo en sus labios mientras niego con la cabeza.

-No importa lo que pase mañana o el resto de mi vida, ahora soy feliz porque te quiero.- Interrumpo su diatriba culpable.

-Prométeme que no vas a pasar la vida buscando un fantasma.- Me pide ansioso.- Como mucho volverás a los archivos para comprobar que llegué a salvo.- Suplica.

FOREIGNER. // COMPLETA  (OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora