Lo desconocido de ahora ser tres. (Capítulo Extra)

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Sabía que era un miedo estúpido, pero no era capaz de levantarme del sofá y abrir la puerta del baño para ver el resultado.

Jamie intentaba ser paciente conmigo, pero el tic de su pierna en movimiento delataba que estaba tan nervioso como yo.

Fuera el que fuera el resultado de aquel palito en el mueble del baño, ahora mismo me aterrorizaba. Si era negativo, porque no podría evitar la desilusión; si era positivo, porque tendría que enfrentarme a la confirmación del cambio.

-Enya... mo ceann dearg... sabes el resultado tanto como yo, no necesitamos ninguna prueba.- Trago saliva con fuerza.

-A lo mejor es demasiado pronto para saberlo. Tú no puedes estar seguro.- Suelto entre dientes. Resopla con un chispazo de humor destellando entre su ansiedad.

-Soy granjero, mi amor. Desde que dejaste esas píldoras hace meses, has sido regular excepto por los dos primeros. Hace cuarenta y cinco días que no sangras.- El peso del razonamiento y el pudor hace que un rubor rabioso llene mi rostro y mis palabras.

-¡Los has estado contado, maldito! ¿Qué hacías para asegurarte? ¿¡Mirarme las bragas a ver cómo era mi flujo!?- Cierra los ojos y se aprieta el puente de la nariz mientras respira.

-¿Tú no los has estado contando?- Decide cambiar de tema.

-¡Pues no! Además, he tenido unas guardias muy estresantes, ¡seguramente es por eso el retraso!- Enarca una ceja y posa una palma bajo uno de mis pechos sensibles.

-Has adelgazado un poco por el estrés y porque empiezas a tener ascos en algunas comidas, pero tus pechos están llenos y turgentes. Tus pezones han empezado a oscurecerse, y en cuanto tocas la almohada caes en coma. No tengo dudas, y estoy seguro de que tú tampoco las tienes.- Me muerdo el labio mientras siento mis manos temblar. Hasta diría que empiezan a formarse náuseas en el fondo de mi estómago. Jamie agarra mis manos con las suyas y me hace mirarlo.- ¿Enya, qué te ocurre? ¿A qué temes?

-Yo...- Ni yo sé lo que me pasa. No sé ni por dónde empezar.- Es que... Tengo miedo a lo desconocido. Tengo mucha ilusión y muchas ganas de ser madre, pero... tengo miedo. ¿Y si no soy una buena madre? Perdí a los míos siendo una niña, he sido hija única... ¿Y si no tengo paciencia? ¿Y si...?

-Mo ceann dearg, es normal que tengas miedo. El tener esas dudas es una señal de que te preocuparás por nuestro hijo. No podremos ser los padres perfectos porque nadie lo es, pero seremos los mejores padres que podamos.- Suelto el aire lentamente mientras siento la losa de mi pecho alzarse poco a poco.- Yo también tengo miedo a no ser un buen padre. Todavía tengo que aprender a moverme en este siglo, imagina guiar un niño... He sido criado de una forma completamente distinta a la tuya, temo no estar a la altura y que choquemos en la forma de educarlos...- Ahora es él el que se está poniendo nervioso.

-Eh, Laird, ¿acaso crees que permitiría que fueras un mal padre?- Le pregunto con una sonrisa mientras aprieto su mano que engulle la mía.

-Claro que no, y al igual que eso me tranquiliza a mí, que te tranquilice saber que yo tampoco permitiría que tú lo fueras. - El miedo escénico ha pasado y ahora mismo sólo parece quedar los nervios de la emoción.- Ahora, ¿quieres ver la confirmación de lo que ya sabemos o lo hacemos a la forma de mi época? – Bromea. Niego con la cabeza mientras una pequeña sonrisa asoma a mis labios.

Todavía  no nos creemos la confirmación a pesar de que ya la sabíamos

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Todavía no nos creemos la confirmación a pesar de que ya la sabíamos. Esa sensación extraña de no saber si estás viviendo un sueño, o te lo estás imaginando, o está pasando.

Hemos mirado varias veces las dos rayitas del test positivo, como si nos hubiéramos confundido las otras veces, o como si fuera a desaparecer. Incluso me hice otro por si el otro estaba defectuoso, a pesar de saber la poca probabilidad de falsos positivos.

A pesar del cansancio que la progesterona me lleva provocando semanas, cuando nos acostamos esta noche la emoción no me deja dormir de primeras. Y lo mismo le pasa al futuro papá, que no puede evitar acariciarme el vientre con devoción una y otra vez, como si el pequeño guisante que está creciendo en mi útero, que probablemente ni siquiera se pueda escuchar el corazoncito, pudiese sentir sus caricias.

-¿Cuántos hijos te gustaría tener?- Pregunto de repente, rompiendo la quietud de la noche por más bajo que susurro. Habíamos hablado de que queríamos hijos, pero nunca habíamos precisado cuántos.

-Ocho podría estar bien.- Contesta tranquilo, con mi mismo tono de voz, sin dejar de pasar las yemas por la piel de mi bajo vientre.

-¿¡Ocho!?- Exclamo, sin poder evitarlo. ¡Lo decía en serio!- ¿Qué quieres, tener un equipo de futbol propio? Te has dado cuenta de que tú haces muy poca parte del trabajo y la más fácil, ¿no? – Refunfuño. Él ríe entre dientes y reconoce su error.

- Reconozco que me dejé llevar por la emoción de tener una gran familia. Y sobre todo por la emoción de hacértelos.- Añade pícaro.- Podemos hacer muchos simulacros y que Dios provea. Refunfuño.

-Empecemos con uno y ya iremos viendo...- Susurro antes de poner mi mano sobre la de Jamie, sintiendo el calor en mi vientre.

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FOREIGNER. // COMPLETA  (OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora