LXVII- Ruido mental

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Habíamos llegado sanos y salvos al coche y a casa. La tentación de comprobar el resultado de los heridos por mi culpa fue fugaz. Parecía que había aprendido la lección al fin.

Me preguntaba vagamente mientras conducía qué efectos traería este estrés a mi sistema, además de las pesadillas y la ansiedad ante el mínimo ruido. Intentaba recordar lo que había leído sobre estrés postraumático y me hacía una auto-anamnesis para encontrar síntomas compatibles, pero nada parecía encajar del todo. Aun así, sabía que no estar inmersa en un ataque de pánico tras lo que había sucedido no era una buena señal tampoco.


Puse la radio para acallar mi mente, dado que esto no iba a llegar a buen puerto. Jamie también viajaba inmerso en sus pensamientos, suponía que intentando descifrar las nuevas estrategias que estaba siguiendo Rye y, por lo tanto, las que tendríamos que seguir nosotros.

La vista se me iba inconscientemente a la guantera de mi Golf, donde había guardado mi grimorio (aunque no fuera mío oficialmente a falta de la ceremonia) y desde dónde me daba la sensación de ser una patata caliente a punto de estallar.

Realmente ansiaba que ahí pudiera encontrarse la solución, pero realmente temía que todas las esperanzas puestas en mí fueran infundadas: era imposible que alguien como yo tuviera ese poder. ¿De mi seanmhair? Podría hasta esperármelo. ¿Pero yo? ¿Que no creía en esto hasta hace unos 10 meses? Imposible. Es como decirle a un negado para la ingeniería que es el próximo Iron Man.

También había divagado hasta los peligros... En caso de que pudiera soltar aunque fuese una chispa de magia de mi cuerpo (O como sea que va esto. ¡Es que ni siquiera lo sé!) dudo que fuera suficiente para un ritual tan poderoso... Y en qué proporción saldría indemne yo de esto.


-Eh.- Me para Jamie cogiéndome la muñeca con suavidad antes de meta la llave en la cerradura.- Mo ceann dearg, ¿te encuentras bien?- Pregunta con preocupación. Me vuelvo hacia él, su mirada tierna e inquieta hace que esboce una pequeña sonrisa cariñosa.

-Sí, estoy bien. Aunque probablemente eso sea lo menos tranquilizador.- Contesto con sorna. – ¿Tú estás bien?

-Sí, me encuentro perfectamente. Es sólo que estabas tan callada desde que bajamos del caballo... -Explica.- Nunca sé cuál va a ser tu límite, sólo sigues y sigues sorprendiéndome...- Confiesa. Sonrío sin alegría.

-Esperemos tardar mucho en verlo.- Deseo y abro la puerta.


Presidenta Miau nos saluda ronroneando y frotándose contra nuestras piernas, pidiendo mimos y comida, ajena a todo lo que pasa fuera de su mundo, feliz y protegida. La miro con envidia y desearía poder cambiarle el sitio, aunque fuera por un par de horas.

Entonces miro a Jamie, mientras bebe con premura un vaso de agua, y me arrepiento de la idea.


-Por amor se hacen grandes locuras.- Pienso en alto. Jamie me mira, sin entender el contexto. Sonrío con ternura.- Y qué locuras. ¿En qué escala de locuras pondrías que, a pesar de todo lo que ha pasado y lo que temo que pasará, no cambiaría el haberte conocido en Octubre por mantener mi vida tal y como era? – Confieso. Jamie sonríe con dulzura y tristeza a la vez, porque en el fondo se siente culpable de lo sucedido por más que le diga que nada de esto es su culpa.

-¿En qué escala de locura pondrías tú que yo no sólo no me arrepiento de haberte conocido sino que, además, doy gracias por ello cada día?- Contesta sonriendo mientras me lleva a sus brazos, volviendo a la entrada, donde aún me encuentro. Mi única contestación es besarlo, mientras agradezco internamente que siga vivo, conmigo.

FOREIGNER. // COMPLETA  (OUTLANDER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora