Pirate King (pirate!au) ➵ ATEEZ (Traducción al Español)

Colapso

Los primeros tres días pasan sin incidentes mientras siguen navegando en el océano. Mas o menos cada tres horas, el hombre que conoces como el teniente, Mingi, deshace las cuerdas de tus brazos y te permita dar un pequeño paseo por la cubierta para estirarte. Aprecias el detalle, pero no puedes evitar sentirte como un pedazo de carne en un mar lleno de pirañas. Tu tobillo grita de dolor cada vez que te apoyas en él, pero te obligas a ocultarlo. Definitivamente está torcido, pero no te permites dar ni una muestra de debilidad. Es un rojo punzante, completamente hinchado hasta el doble de su tamaño normal, lo escondes con el dobladillo del pantalón rezando de que nadie lo vea.

Lo que preocupa más que un tobillo torcido es la herida de bala en tu brazo. A pesar de que ha hecho costra, gracias al cielo, la piel alrededor está inflamada y de un color rojo brillante. El pus comienza a salir de la herida y a pesar de que has tratado de limpiarlo lo más discretamente posible con las pobres raciones de agua que te dan, la zona se siente sensible y tus labios comienzan a resecarse mucho más rápido de lo normal. Tu vista sobre el horizonte a veces se divide en dos y tu cabeza da vueltas, pero cubres tus heridas con el saco lo mejor que puedes ignorando el dolor.

Más de tres veces Mingi te ha descubierto tambaleándote, pero obviamente ha de pensar que simplemente no estás acostumbrada a estar en un barco en medio del mar, o sólo te hace falta estar más tiempo de pie. Afortunadamente para ti, no sospecha nada de nada.

Quien sabe lo que podrían hacerte si descubren alguna pizca de fragilidad.

Incluso después de que Mingi diera instrucciones explícitas de que nadie debe hacerte daño, obviamente la tripulación aún te guarda un profundo rencor por haberte roto la nariz a su teniente. Sus rostros se tornan agrios cada vez que haces algo como voltear hacia su dirección, incluso algunas veces enseñan los dientes como amenaza. Cuando Mingi considera que has paseado lo suficiente, te ata de vuelta al mástil, y las siguientes tres horas las pasas observando al interminable mar, esperando la siguiente vez que Mingi regrese.

Seonghwa, el cocinero, viene a alimentarte tres veces al día. Es muy amable y de gran corazón, te das cuenta al ver que no te quita la poca dignidad que te queda. Ya que, en vez de darte de comer en la boca, deshace tus ataduras permitiéndote comer por ti misma. Su voz es suave y agradable, aunque un poco reservado, y sus manos son cálidas y gentiles. Mientras comes, él regresa con los tripulantes a repartir la comida y el ron, escucha atentamente sus problemas y sus bromas tontas, ríe junto con ellos y parecen demasiado felices que hace que tu pecho duela.

No puedes unírteles, el viaje es demasiado largo y tus mareos se hacen más constantes, pero no puedes rendirte ahora.

Mientras tanto, miras a la tripulación trabajar.

El capitán rara vez se hace presente en la cubierta. Si tiene órdenes que dar, su teniente y mano derecha lo hace por él, igual no es como si te molestara (su sola presencia te aterroriza). Te tomas el tiempo de aprenderte sus rutinas, lo que hacen a bordo.

Lo que sea que te distraiga de tus recuerdos perdidos y el insoportable dolor en todo tu cuerpo.

La cubierta nunca está necesariamente vacía, así al menos tienes una fuente de entretenimiento y distracción. Al parecer todavía se están recuperando del asalto al pueblo, algunos piratas realizan labores con vendajes en sus brazos o piernas. Hacen algunos trabajos ligeros, como limpiar los barriles de los cañones o llenar bolsas con pólvora, mientras sus compañeros guardan pesadas bolas de cañón y levantan las velas. A veces el vigía baja de su puesto en la cofa para hacerles una jugarreta.

Lo reconoces.

Alto y delgado con una mata de suaves y castaños rizos que hacen juego con sus vívidos y brillantes ojos, su sonrisa es contagiosa y casi irresistible. Hay una naturaleza infantil en él, en la forma juguetona con la que bromea y juega con la tripulación, y ellos no hacen más que sonreírle afectuosamente, seguirle el juego y molestarlo de vuelta.