Volver a Casa

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Tu camino de regreso al muelle donde se encuentra tu barco es completamente silencioso.

La vidente siguió sin despertar por un tiempo, pero por la forma en la que todavía estaba respirando asumiste que seguía con vida, simplemente agotada por usar su poder, así que dejaste tu chal sobre sus hombros, arropándola con cuidado antes de salir de la tienda y caminar de regreso.

Te detienes un momento en la orilla de los muelles, contemplando el océano mientras las olas chocan contra el muro de piedra. Observas las profundidades y frunces el ceño, el agua se mueve y se agita debajo de ti, y por un segundo ves a alguien mirándote fijamente bajo la superficie, con cabello hecho de espuma de mar, ojos tan oscuros como la infinita profundidad del océano donde no llega la luz. Parpadeas un par de veces en confusión, te inclinas para intentar ver más de cerca, pero antes de que puedas tener una vista más clara, el agua se arremolina cuando pasa otra ola, y la imagen desaparece.

—¿Buscando el alma de los muertos, querida?

Te das la vuelta para encontrar a una anciana detrás de ti, con una amable sonrisa en su rostro que hace que sus arrugas se acentúen. Lleva con ella una canasta llena de frutas dulces y coloridas debajo de su brazo y frunces el ceño, negando con la cabeza lentamente. —No... sólo estaba mirando. ¿A qué se refiere con eso de almas de los muertos?

—Bueno, justo al lado de donde estás parada está un altar dedicado a la diosa del mar. —Miras a tu lado y, efectivamente hay una pequeña estructura montada ahí. Te agachas para mirar el interior con más claridad, hay cuerdas con nudos colgando de los lados del altar, y pasas tus dedos a lo largo del áspero material con apreciación—. ¿Qué son estos?

—Pedazos de los aparejos de un barco, para rezar pidiendo tener un viaje tranquilo y buena suerte. —La anciana responde, pasando por tu lado arrastrando los pies. Extiende la canasta y tira la fruta una por una hacia el mar en silencio, cada una hace que al agua salpique ligeramente e inclinas la cabeza viendo las olas llevándose las frutas lejos del puerto—. ¿Qué está haciendo?

—Aquí es donde la tierra se encuentra con el mar. —La mujer dice en voz baja mientras la última fruta, un mango amarillo y brillante, cae de sus manos hacia el agua—. Donde las personas solían encender linternas y empujarlas al mar, para guiar a los espíritus de los muertos a casa, hasta que un barco se incendió cuando las olas empujaron una demasiado cerca de él. Ahora la gente simplemente prende velas. —Bajas la mirada y encuentras pedazos de cera derretida a tus pies, una por cada persona que se ha perdido entre las olas—. Donde la gente hace ofrendas a la diosa del mar, por cualquier motivo que tengan.

Las palabras de la vidente resuenan en tu mente. —Como si tales cosas como fruta o incluso oro que les ofrecen los humanos tuvieran algún valor para un dios. No lo necesitan. —Sin pensarlo te encuentras repitiéndolas en voz baja, pero la anciana parece escucharlas de todas formas y niega con la cabeza.

—Las ofrendas nunca se han tratado de darle a los dioses algo que necesiten. —Dice con suavidad observando el mar al igual que tú, justo en la línea que divide el oscuro mar del cielo nocturno—. La esencia de esto siempre ha sido el sacrificio. —Tus ojos se fijan en ella—. Sacrificar algo preciado para ti con la esperanza de poder alcanzar lo más deseado por tu corazón. Es la prueba de tu devoción, una ofrenda de tu anhelo, una manifestación de los verdaderos deseos de tu corazón.

Permaneces en silencio por un momento, escuchando el sonido de las olas chocando contra el muelle de piedra. —Una manifestación, —Repites lentamente después de ella—, de los deseos verdaderos del corazón.

La anciana asiente, con los ojos fijos en la oscuridad frente a ti. —La única cosa que creo que puede mover las manos de los dioses, —dice apenas en un susurro, tan suave que el sonido de las olas casi ahoga sus palabras—, es el corazón humano, porque es la única cosa que ellos no tienen ni entienden. Sólo mira las fuerzas de la naturaleza, —Señala con una mano el mar que se agita debajo de ustedes—, el océano no discrimina quien navega sus aguas. Ya sean jóvenes o viejos, buenos o malos, ricos o pobres, los mares los arrastra a todos bajo sus olas por igual.

Pirate King (pirate!au) ➵ ATEEZ (Traducción al Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora