Capítulo VI

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Camille  El ruido de las notificaciones de mi móvil hace que me despierte con gran pesar, soltando un bostezo que es producto del cansancio que embarga mi cuerpo

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Camille

El ruido de las notificaciones de mi móvil hace que me despierte con gran pesar, soltando un bostezo que es producto del cansancio que embarga mi cuerpo.

Me quedo observando el techo mientras me debato entre sí debo o no revisar el móvil. Pasan unos segundos, la decisión es clara y como la curiosidad mató al gato, me dispongo a ajustar mi visión para mirar de quien provienen dichas notificaciones, observo la pantalla, exaltada, y un resoplido de decepción sale de mis labios al ver que solo son anuncios y ofertas sobre tiendas en línea.

Genial, justo lo que la gente necesita en la madrugada...

Es inevitable no ver la hora y ya son casi las cuatro de la madrugada, ¿cuánto habré dormido?

Quien sabe y no es que importe mucho.

Reparo mi habitación con cierta sensación de aburrimiento y me es prácticamente imposible ignorar la sequedad que abraza mi garganta, deshaciéndome de la pereza me levanto de la cama y abro la puerta de mi habitación para después dirigirme a la cocina.

Trato de hacer el menor ruido posible, no quiero despertar a Alexander aunque tampoco sé si está en casa. No son horas para lidiar con él. Además de que la conversación que tuvimos en la tarde no fue la mejor.

Me dispongo a servir un vaso de agua y por alguna razón siento pánico, como si alguien me estuviera viendo desde la oscuridad. Reparo mi alrededor ajustando mi vista a la escasa luz y no logro captar nada así que doy por hecho que es parte de mí imaginación.

Esto es culpa de mi mamá, hace tiempo le dije que había fantasmas en este lugar, pero ella insistió que no era necesario cambiarnos de casa y ya no pude hacer nada para convencerla.

Y la verdad, para ser sinceros debo admitir que soy una persona demasiado miedosa y detesto la oscuridad. La detesto con todas mis fuerzas, simplemente no me gusta.

—¿Me puedes servir un vaso de agua? —alguien susurra detrás de mí y los vellos de mi cuerpo se erizan instantáneamente.

¡Demonios!

El miedo que me recorre el cuerpo hace que me fallen las manos, así que dejo caer el vaso y lo siguiente que captan mis oídos es el sonido del cristal impactando el suelo.

Maldición.

Mi cuerpo se pone en alerta y lo único que se me ocurre es salir de la cocina lo más rápido posible, así que haciendo lo que ni siquiera una persona cuerda haría, intento huir, pero tropiezo con los cristales que yacen esparcidos por el suelo. Al chocar contra el mármol, un dolor punzante se instala en mi pie y reprimo un sollozo de dolor.

Maldita sea, solamente a mi se me ocurre correr en la oscuridad.

—Camille, ¿estás bien? —pregunta y, sorprendentemente, puedo detectar una nota de preocupación en su voz—. Lo siento, no quería asustarte así —dice mientras me levanta del suelo y me sienta en una de las sillas de la cocina, y aunque la ocasión no justifica mis pensamientos, lo único que le importa a mi cuerpo es que sus manos me están tocando.

No estoy lista para soltarte (+18) ✔️©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora