Capítulo XXXI

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Alexander

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Alexander

Observo los papeles esparcidos que se encuentran enfrente de mí, lo hago con suma atención pero me es imposible enfocarme en el trabajo cuando mi cabeza solo piensa en ella y en sus malditos ojos esmeralda que me tienen bajo un hechizo del cuál no puedo escapar.

Todo mi mundo se revuelve en ella y no entiendo como puedo estar tan prendido de una persona cuando creí que me era indiferente.

No es sano.

Me he mantenido alejada de ella por tres días, tres malditos días que han sido una puta eternidad llena de suplicio, supe que dormir a su lado no era una buena idea, pero aún así lo hice porque el deseo de compartir un momento íntimo con ella fue más fuerte que mi promesa.

La promesa de no dejar entrar a alguien más en mi vida, pero que cuando la tuve bajo mis brazos, respirando pausadamente contra mi pecho, su cálido olor llenando la habitación, olvidé todo lo que algún día juré.

Sentí algo diferente, algo que pensé que sería incapaz de volver a sentir.

Emoción.

Los demonios de mi cabeza se callaron por primera vez en muchos años, Camille logró apaciguar esos demonios que me atormentan a diario. Todo mi tormento se desvaneció con solo tenerla a mi lado.

Y es que cuando escuché el compás de su respiración y su corazón latir lentamente contra el mío, las voces de mi cabeza se hicieron nulas. La tranquilidad que ella me transmitió esa noche me aterró y salí corriendo temiéndole a ese sentimiento ajeno que no había vuelto a sentir en años.

Hace tiempo añoraba volver a sentir algo, luché por volver a experimentar algo que no fuera dolor y rabia, pero después de años sin éxito, me rendí. No seguí adelante. Dejé de buscarle sentido a mi vida y me resigné a la oscuridad llena de esos demonios que me consumían a diario. Y ahora cuando logro sentir una emoción salgo huyendo como un maldito cobarde.

Aunque sé que no estoy enamorado de Camille, ella es lo más parecido a la felicidad que he sentido en años.

Para ser exactos, han sido trece años desde que mi madre se fue para siempre <<si es que se le puede llamar madre a una mujer que abandona a su hijo>>. Tenía quince años cuando mi madre empacó todas sus cosas y se fue con su amante. Mi padre quedó destrozado por su abandono, la amaba y yo también lo hacía, pero él sí pudo salir adelante y encontrar la felicidad con Amelia.

Yo no pude.

Preferí hundirme en mi dolor, un dolor que me consumía como un veneno en la sangre, le había llorado a mi madre esa noche para que no nos dejara o tan siquiera me llevara con ella, pero no quiso. No nos eligió a nosotros. Se fue sin ningún remordimiento y jamás miró atrás.

No estoy lista para soltarte (+18) ✔️©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora