Capítulo XL

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Camille

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Camille

—La cena estuvo deliciosa —mascullo al levantarme de la silla.

—Concuerdo contigo —se limita a sonreír, pero la sonrisa no le llega a los ojos.

Una opresión se instala en mi pecho. Cierro mis ojos y dejo que la brisa del mar acaricie mi rostro mientras me repito que todo va a estar bien. Cuando los abro me percato de que Alexander me observa con una intensidad arrolladora, por unos cuantos segundos que parecen eternos, aunque en realidad no lo son.

No puedo evitar que mi pulso se acelere cuando me mira de esa forma. Tan única, tan intensa, tan suya. Hay cierta chispa de melancolía en sus ojos, no ha querido hablar desde que empezamos a cenar, se acobardó a última hora y sugirió que era mejor cenar primero y que después veríamos cómo terminaba la velada.

Ha evadido el tema y tampoco quiero presionarlo.

En vez enojarme por su actitud, me dio risa, incluso ternura. Esperaba algo así de él, lo veía venir porque puedo deducir que lo conozco lo suficiente como para predecir este tipo de situaciones. Pero aún no termina la noche.

Reparo mi alrededor con una emoción que me invade entera, todo lo que preparó para mí es realmente mágico, las velas alrededor de nosotros y la silueta de la luna llena que hace reflejo en el agua, resplandeciente por la oscuridad de la noche.

Me deshago de mis tacones para permitirle a mis pies hacer contacto directo con la cálida arena, sonrío al sentir la brisa arremeter contra mi cara por segunda vez, a pesar de todo, me siento tranquila de tener su compañía. No desearía la de nadie más.

—Ven, siéntate conmigo —habla Alexander mientras se levanta de la silla, luego se deja caer en la arena, lo observo curiosa y no dudo en hacer lo que me pide.

Tomo una bocanada de oxígeno para animarme a hablar, lo que sea, quiero saber qué quiere decirme.

—Camille... —mi nombre en sus labios suena nostálgico.

—¿Vas a decirme de qué querías hablar conmigo? —pregunto trémula, él se inclina hacia mí al tiempo que carraspea la garganta.

Entonces suspira con pesadez.

—Pensé que sería más fácil hablar de esto contigo, pero no me atrevo —se sincera—. Por primera vez en mi vida me siento nervioso —confiesa haciendo que sonría con alegría y alivio.

Se encoge de hombros mientras con su mano acaricia el mechón de cabello que tengo en mi frente. Mis ojos hacen contacto con los suyos y me pierdo en el verde azulado de sus pupilas, sintiendo que solo pertenezco en su radar y en el de nadie más.

—Solo dilo —lo impulso—, yo te escucharé.

Asiente con media sonrisa y resopla.

—He intentado luchar contra lo que siento por ti porque no quiero sentirlo, pero esto es más fuerte que yo —admite y lo escucho con atención, ignorando las mariposas que revolotean en mi estómago—. Estoy confundido, independientemente de que estemos casados no sé lo que en realidad somos, no sé lo qué hay entre nosotros, pero cualquier cosa que sea, no quiero que dejemos de serlo —sus palabras hacen que una leve sonrisa se plasme en mis labios.

No estoy lista para soltarte (+18) ✔️©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora