Capítulo XII

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Camille

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Camille

Llevo dos horas intentando llevar a Alexander a la ducha pero le es imposible sostenerse por sí mismo, lo cual dificulta la tarea ya que mis pequeños y débiles brazos no pueden aguantarlo todo yo sola.

Resoplo exhausta y reparo el panorama en mi cabeza, tratando de ignorar la sensación de entumecimiento que me invade al sostenerlo.

Estoy a punto de dejarme caer a su lado y darme por vencida pero finalmente consigue ponerse de pie, bueno, con un poco de dificultad. Todavía se tambalea sobre sus costados, no dudo en poner su mano alrededor de mi cuello para que apoye la mayor parte de su peso en mí. Me aseguro de que todo esté en orden y hago un intento de ayudarle a caminar directamente hacia el baño. Mis pies flaquean en múltiples ocasiones, pero por suerte llegamos a salvo a la ducha.

—Alexander, tienes que ayudarme a llevarte a la tina —le susurro con suavidad, pero él solo hace movimientos con la cabeza, asintiendo, pese a que  hace todo lo contrario.

Cuando por fin logro acomodarlo en la tina, empiezo a desabrochar los botones de su camisa admirando su musculoso cuerpo repleto de tinta, vaya que se ejercita mucho este hombre. Sacudo mi cabeza intentando alejar los sucios pensamientos de mi mente, tomo una bocanada de aire y por último me deshago de su pantalón, no quiero dejarlo desnudo así que no lo pienso mucho y decido dejarlo en boxer.

Alzo mi cuerpo para encender la regadera, pero un brazo tira de mis caderas con fuerza haciendo que pierda el balance y caiga en la tina, encima de Alexander, quien me observa con un brillo de diversión en la mirada y por un momento, me permito perderme en él.

<<Demonio astuto>>

—¡Alexander, joder! —maldigo—. ¡El agua está helada! —balbuceo con la respiración agitada, sintiendo como mi cuerpo rechaza el contacto del agua al instante.

Él pone los ojos en blanco ignorando el hecho de que nos estamos mojando y que el agua está lo suficientemente helada como para resfriarse. Mi cuerpo se sacude por la temperatura, no hago más que inhalar y exhalar buscando un equilibrio en mi respiración.

Él ni siquiera se inmuta, casi como si no sintiera nada.

—No crees que deberíamos ahorrar agua y ducharnos juntos, preciosa —sonríe coqueto, atrapando mis labios en un exigente y quisquilloso beso—. Apuesto que ducharnos juntos ha sido una de tus tantas fantasías conmigo, ¿no es así?

Murmura contra mis labios, mordiéndome con sensualidad y explorando cada rincón de mi boca. Mi cuerpo se estremece por la calidez que me asalta y por el bien de mi corazón intento que su comentario no me afecte. Solo me concentro en nuestro beso.

No estoy lista para soltarte (+18) ✔️©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora