Capítulo XXI

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Camille

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Camille

<<Alexander.>>

Alexander es un hombre que provoca estragos dentro de mi cuerpo cada vez que lo veo, un hombre al cual me siento atada de pies y manos con cadenas invisibles, y no importa cuánto lo intente, no puedo escapar del hechizo que me tiene sometida a él.

Es un maldito abismo que me consume día con día y drena mi racionalidad.

Tal vez muchos crean que existe un límite para amar a una persona, que se debe medir la cantidad de amor que sientes y otorgas a alguien, más cuando él sentimiento no es recíproco. Pero tengo la teoría de que están completamente equivocados, porque la realidad es que no lo hay, no hay límites prescritos y mucho menos cuando se siente lo que yo siento por ese hombre frío y soberbio.

No hay límites cuando se ama a un demonio.

Pero debería haberlos.

—¡Camille! —La rubia interrumpe mis pensamientos; sacudo la cabeza y me centro en ella—, tenemos que entrar ahora —su voz adquiere una nota fiable—. Él no vendrá, estoy segura de que lo perdimos en la carretera y no hay manera de que nos encuentre —menciona vagamente mientras acomoda el dobladillo de su vestido.

<< Ese es el maldito problema, una parte de mí quería que viniera>>

—Entremos —tiro de su brazo, alejando ese pensamiento—, hoy me emborracharé hasta que se me olvide mi nombre. Y de él.

Sam solo esboza una sonrisa maliciosa, los ojos le brillan y hago una mueca. Espero que esta noche no acabe mal.

Nos hacemos camino hacia al club, esquivando a la multitud y al entrar entiendo por qué es el mejor club de la ciudad, el ambiente es genial, las luces de colores hacen contraste con la oscuridad, el humo de gas denso que inunda el lugar, el gran tubo que se encuentra en el centro de la gran pista, las incesables risas, los gritos, hombres, mujeres, el olor a alcohol mezclado con sudor, diversión y sexo. Mucho sexo.

Justo lo que necesito para olvidarme de él.

No tenemos ni veinte minutos en el lugar cuando Sam empieza a coquetear con un moreno guapetón que la devora con la mirada, mi amiga voltea a verme emocionada, pidiéndome permiso para acercarse a él y dejarme sola. Solo le regalo una sonrisa en forma de respuesta y la impulso para que vaya con el chico.

Genial, me he quedado sola.

Empiezo a caminar hacia la gigantesca barra donde se puede apreciar una gran cantidad de alcohol, sonrío entusiasmada, ya que eso es lo que necesito para poder borrar a cierta persona que no hace más que merodear por mi cabeza. Alcohol y más alcohol para soltarse y perder la vergüenza de subirme en ese tubo que me ha estado llamando desde que entré a este lugar.

—Un trago de lo más fuerte que tengas —pido en cuanto llego a la barra—, que sean dos mejor —decido; sin poder evitarlo utilizo un tono coqueto y le sonrío al apuesto mesero. Es muy guapo.

No estoy lista para soltarte (+18) ✔️©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora