Capítulo XLIX

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Camille

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Camille

Me pesan los ojos como si llevara piedras encima, siento el cuerpo extremadamente cansado, la sensación es similar a no haber dormido en días. Me duelen las muñecas y solo quiero gritar de impotencia por no poder escapar.

Ni siquiera puedo moverme, algo me retiene prisionera a este lugar, sé que estoy débil, sé que ya no tengo fuerzas suficientes para recuperar la conciencia, pero a pesar de todo, en lo único que puedo pensar es en él.

Alexander.

Ojalá hubiéramos tenido más tiempo juntos, que hubiéramos podido hacer más cosas, pero el destino volvió a jugar en nuestra contra, nos arrebató ese pequeña esperanza que se empezaba a asomar entre nosotros.

Ni siquiera me dio tiempo a disfrutar de ese "te amo", esa palabra que salió de sus labios para mí. Después de tanto tiempo fin me lo dijo. Pero no hubo tiempo para descansar de todo lo que nos atormenta porque una vez más caímos en el mismo abismo que nos hunde y nos deja sin salida.

No tuvimos el tiempo de nuestro lado y ahora no sé que nos espera.

Tal vez en otra vida podamos estar juntos disfrutando de este amor, porque ahora estoy segura de que él me ama como yo lo amo a él. Sólo saber eso me hace sentir paz en medio de esta tormenta... y quizás en esta vida ya no podamos alcanzar la felicidad, pero estoy segura de que llegué a tocarla, junto a él.

Odio ser tan pesimista pero ya estoy agotada de luchar, de pelear, no puedo más. Sólo quiero rendirme, realmente quiero hacerlo, pero sólo veo su cara repitiéndose como un casete diciéndome que merece la pena un último intento, que aún me queda mucho por vivir. Que aún le tengo a él y que me está esperando.

No puedo rendirme, quiero volver a verlo. Necesito verlo por última vez.

—¡Despierta, maldita sea! —Un grito lejano hace eco en mi cabeza y por más que intento abrir mis ojos, no puedo. El cansancio es demasiado—. ¡Vamos! ¡Sé que no estás muerta! Ya va siendo hora que pagues tus deudas conmigo —esa voz se vuelve cada vez más conocida, aunque desearía con todas mis fuerzas que fuera su voz, la voz de Alexander.

Pero no lo es.

Algo frío y duro se estrella con mi mejilla causando un gran ardor que me pone a temblar.

—¡Abre los ojos, maldita zorra! —como si fuera una orden a seguir, mis ojos se abren lentamente, dejándome ver a Dimitri, que se encuentra observando mi cuerpo fijamente.

Todos los recuerdos de lo sucedido vuelven a mí de golpe; la casa de la playa, Alexander inconsciente en el suelo, Dimitri arruinando nuestro momento, todo el hechizo terminó en cuestión de segundos y volví a caer en la oscuridad.

No estoy lista para soltarte (+18) ✔️©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora