Capítulo VIII

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Camille

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Camille

Al llegar a la mesa logro obtener una imagen más clara de Sam, luce triste y algo apagada, como si llevara horas llorando. Sus ojos color miel ya no tienen el mismo brillo que la caracteriza y eso me hace sentir aún más culpable porque me pregunto si lo que le molesta es mi culpa, si es por mí.

No suele ser el tipo de chica que se deprime por nada y, sin embargo, está aquí, con su peor aspecto.

—Hola, Sam —digo tímidamente, escondiendo las manos bajo la mesa. Estoy nerviosa y no puedo ocultarlo—. ¿Cómo has estado todos estos días? —Mi tono dramático no pasa desapercibido e incluso puedo captar un atisbo de diversión en sus ojos, pero es verdad, se siente mucho tiempo desde la última vez que la vi.

Sus ojos color miel me miran suplicantes. Se siente mal y yo también. Es innegable, las dos sufrimos por lo que ella ha pasado y eso me sorprende porque cada vez que nos peleamos, siempre nos reconciliamos en cuestión de minutos o de horas.

—Hola, Cami —habla por fin y suelto un suspiro, aliviada de no detectar ninguna nota de disgusto en su voz—. Yo he estado bien, ¿y tú? —murmura en un susurro que hace que me duela un poco el corazón, ella no tiene la culpa de que me hayan arruinado la fiesta, tengo que disculparme cuanto antes.

Le dedico una sonrisa relativa.

—Está bien —digo—, pero antes tengo que pedirte .... —mi intento de disculparme con ella fracasa cuando el camarero nos interrumpe, haciéndome callar al instante.

—¿Qué puedo ofrecerles hoy? —pregunta amablemente, sacando una libreta y un bolígrafo de su delantal.

Miro fijamente a Sam antes de volver a centrar mi atención en el camarero y pedir mi pedido.

—Una malteada de fresa y una tarta de chocolate estaría bien —le doy una sonrisa y giro mi vista hacia Sam, esperando a que ella pida lo suyo.

—Para mí será una malteada de vainilla con una rebanada de pay de queso —pide, observando detalladamente al camarero que por igual no deja de repararla, pese a que se pone nervioso al sentir la intensa mirada de mi amiga.

<<Le gusta el mesero, le está echando ojitos>>

Después de que el camarero desaparece de nuestro campo de visión para irse por nuestros pedidos, intento volver a retomar la conversación con Sam, pero las palabras no parecen querer salir de mi boca, me siento incapaz de disculparme y esto se debe a que siento gran culpabilidad por haberle reclamado así, sin siquiera darle oportunidad de explicarse o defenderse.

No estoy lista para soltarte (+18) ✔️©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora