Camille
Me encuentro caminando por las hipodensas calles de Seattle, perdida en la abundancia de mis pensamientos que solo radican en Alexander. Todo es tan confuso en este momento. Me gustaría que todo fuera diferente entre nosotros, que él me amara como yo lo amo, pero no siempre se consigue lo que se quiere y ahora lo puedo entender, pero mi cabeza se rehúsa a aceptar la verdad.A veces la vida y el destino ni siquiera apuntan a tu favor.
Suelto un resoplido, abrumada por no poder callar las voces de mi cabeza. Camino desolada durante unos minutos más, pero mi mente vuelve a centrarse en la realidad cuando le oigo hablar desde su coche.
—Sube, puedo llevarte a la Universidad, no tengo ningún problema —dice con voz ronca mientras termina de bajar la ventanilla del coche, permitiéndole a mis ojos verlo completamente.
Lleva un traje azul a juego con los matices en sus ojos y unas gafas de sol negras que le dan un aspecto irresistible por la manera en que su cabello está arreglado.
—Puedo caminar por mi misma —protesto a la defensiva, sin poder apartar la vista de él—. No tienes por qué tomarte la molestia.
La esquina de su boca se curva en un indicio de sonrisa, y contengo la respiración, reteniendo las palabras en mí boca.
—Nunca he dicho que no puedas, Camille —espeta y me mira con una tranquilidad que me inquieta—. Sólo he dicho que puedo llevarte sin ningún problema —explica mientras aprieta el volante y eso es una clara muestra de que no le gusta que cuestionen lo que él dice.
Juntando mi autocontrol y mi cordura, le lanzo una mirada escéptica, pero ni eso basta para detener las palabras que se me escapan.
—¿A qué estás jugando, demonio? —pregunto inconscientemente y esta vez una sonrisa malévola se ensancha en sus labios.
—¿Demonio? —enarca ambas cejas, sonando confundido por la manera en que me he dirigido a él—, ya empezamos con los apodos, me gusta. —Susurra divertido y mis mejillas se encienden de solo pensar en lo que está pasando por su cabeza.
Mierda, mierda. ¿Por qué le dije eso?
—No era un apodo...
—Ya..
—¡Es en serio! —me quejo. Él sólo niega con diversión.
—Sube ya, se te hará tarde —jacta con un tono serio. No me queda otra opción disponible así que le hago caso.
¿Por qué me hace esto? ¿A qué intenta jugar? ¿Por qué es frío y luego amable conmigo? Estoy convencida que es bipolar, no hay otra explicación a su inestabilidad o actitud. Mi cabeza explotará de tantas preguntas sin respuestas.
—Gracias —musito al introducirme en el auto.
Su rico y placentero aroma a menta penetra en mis fosas nasales haciendo que mi cuerpo entre en calor, y que mis hormonas se vuelvan locas sólo de imaginar lo que sentiría al tener ese olor impregnado en mi cuerpo.
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No estoy lista para soltarte (+18) ✔️©️
RomanceCuando Camille cumplió diecisiete años conoció al socio de su padre, el demonio de ojos verdes; un hombre sumamente atractivo con un porte que exuda dominio y poder, de quien se enamoró a primera vista. Durante dos años, Camille idealiza falsas ilu...