Capítulo XXXV (parte 2)

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Camille

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Camille

Me introduzco rápidamente en el ascensor y espero a que suba hasta el último piso en donde se encuentra la oficina de mi esposo. Tomo una bocanada de aire con dificultad y trato de controlar la oleada de nervios que me avasalla, él se dará cuenta y me empezará a cuestionar. Necesito tranquilizarme para despistarlo.

Sin embargo, a medida que voy ascendiendo la necesidad de verlo se hace cada vez más grande, ya que siento mi pulso acelerado.

Después de unos segundos el ascensor se detiene y salgo de inmediato, camino hasta la oficina sintiendo mis piernas tambaleándose, abro la puerta sin tocar y él se encuentra tan enfocado en unos papeles que no se percata de mi llegada, lo observo por unos cuantos segundos que se hacen minutos.

Sólo eso basta para soltar el aire retenido y sentirme tranquila, y segura.

Parece olfatear algo, su expresión explaya confusión y algo parecido a la serenidad, levanta su mirada al instante haciendo que nuestros ojos se encuentren por primera vez desde lo que parece mucho tiempo, aunque no es así. Los nervios regresan haciendo un lado el miedo que siento. Y por un momento me olvido por completo de las amenazas de Dimitri.

Él frunce el ceño, confundido.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí de pie?—pregunta con tono serio. Sonrío.

Extrañaba su seriedad..., siendo sinceros siempre extraño todo de él.

—Hace apenas unos minutos que llegué —le aclaro antes de que diga algo más—, solo vine a dejarte lo que me pediste —alzo mis manos mostrándole la carpeta y él asiente, un poco dudoso.

—Dámela —ordena.

Me acerco sintiéndome inquieta y pongo la carpeta sobre su escritorio, sus ojos me inspeccionan de arriba a abajo haciéndome sentir más nerviosa de lo normal. Le sonrío y él intenta apartar su mirada sin éxito.

—Gracias —suspira—, ya puedes retirarte si quieres, saldré tarde. No es necesario que me esperes despierta —musita sin verme a los ojos. Una opresión se ensancha en mi pecho, haciéndome tragar grueso.

No quiero irme, quiero quedarme a su lado. Tengo miedo de que Dimitri esté afuera, esperándome. Pero no puedo decirle eso y tampoco tengo una excusa para quedarme con él. Mierda.

Entreabro los labios y carraspeo, intentando apagar los nervios que me sacuden el cuerpo.

—No tengo nada que hacer en la mansión, bueno si que tengo pero no quiero estar sola... —me observa con una ceja arqueada e intenta restringir una sonrisa.

¿Qué estoy haciendo? Solo conseguiré que me corra de la oficina. A él no le importa que no tenga nada que hacer, me echará y perderé mi escasa dignidad.

Sus ojos verdes me miran intensamente haciéndome tragar saliva. Parece pensar algo por unos segundos, aclara su voz hasta que vuelve a hablar.

—Puedes quedarte ahí —señala el sillón que se encuentra en el rincón de la oficina—, estaremos aquí por muchas horas, ponte cómoda.

No estoy lista para soltarte (+18) ✔️©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora