Capítulo XLI

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Dimitri

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Dimitri

La tenue luz de la madrugada se refleja a través del ventanal que yace en mi despacho, iluminando parte de mi campo de visión. Desesperado y furioso por sacarme la frustración que emana mi cuerpo desde hace semanas, beso con brusquedad a la castaña que tengo sentada sobre mi regazo, intentando incentivar mi deseo al tiempo que aprieto sus caderas con la única intención de hacerle daño porque necesito dejar de fantasear con esa zorra que no pude follar.

Pero, para mí mala suerte, tengo sus ojos verdes atravesados en mi cabeza, me han atormentado desde que la ví y no pude hacerla mía.

Odio desearla como lo hago, quiero verla sufrir, verla llorar y que se arrepienta por haberme rechazado. Nadie rechaza a Dimitri Vólkov sin pagar las consecuencias.

Me siento rabioso, enfurecido, estoy cegado por la ira que tengo en contra de Alexander Rosselló. Lo veré destruido, lo veré hundido y ella me ayudará a hacerlo. Claro que lo hará. Hago a un lado a la mujer que sigue besándome el cuello mientras se frota encima de mí como la puta que es, pero no es ella la que quiero, no me provoca nada sus asquerosos besos.

—Largo —ordeno mientras la sostengo de la nuca, sin importarme la mueca de dolor en su rostro. Ella me mira con miedo y hace un gesto de sumisión que consigue empeorar mi frustración.

La suelto y sale prácticamente corriendo.

Estresado, camino por la oficina pensando en mi siguiente movimiento, tengo que dar un golpe certero que le duela a ese imbécil. Camille me conseguirá esos papeles, lo sé, solo falta apretar la soga que le he puesto en el cuello. La presión que impongo en ella la hace someterse ante mí con facilidad.

Un sentimiento tan placentero, tenerla bajo mi poder, verla sometida a mi, como lo quise desde ese día que me bailó como si fuera una completa zorra.

—Dimitri —entra mi padre al despacho haciéndome rodar los ojos con fastidio—. La siguiente semana tendremos una reunión en la empresa de Alexander, es primordial que estés ahí, te presentaré como mi nuevo sucesor —sentencia empeorando mi humor.

No puedo arriesgarme a que ese imbécil me reconozca, mis planes se irían al caño. Pero mi padre es un hombre insistente y no acepta un no por respuesta. Necesito encontrar una solución.

—No estaré disponible —miento.

—Olvidé la parte en la que te pregunté —hay cierto enojo en sus palabras—, tú irás conmigo, ya va siendo hora que te familiarices con los negocios legales... —increpa con una sonrisa que explaya el sadismo que lleva dentro de su alma y, que por ende, yo también poseo.

No quiero tentar mi suerte, necesito adelantar mis planes si no quiero que se arruinen. Esa carpeta tiene que ser mía antes de que se lleve a cabo esa estúpida reunión. De lo contrario, estaré en serios problemas con la organización y con las autoridades.

No estoy lista para soltarte (+18) ✔️©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora