Capítulo XXXII

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Camille

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Camille

Siempre he sabido que Italia es un lugar muy bonito que cuenta con demasiados paisajes maravillosos, que aún me faltan por visitar.

Veo el indescriptible amanecer que comienza a asomarse desde el ventanal de mi habitación, o más bien, desde la habitación de Alexander, mi ahora esposo. Es demasiado bello como para ser real. Con colores pintorescos conformándolo.

De la nada, y sin que pueda evitarlo, Alexander se me viene a la cabeza, pienso en él y esbozo una sonrisa melancólica.

Agradezco que Carmen nos interrumpiera ayer, si no, otra vez hubiera perdido la cabeza en la cocina. No me justifico porque simplemente no hay nada que pueda argumentar para defender mis acciones, pero es que tenerlo tan cerca de mí y sentir sus labios sobre los míos hace que pierda el poco razonamiento que me queda.

Las cosas aún siguen un poco tensas después de nuestra pelea, aunque él no dijo nada. Estoy un poco dolida por su actitud y saber que mi dolor le es indiferente es algo que no puedo soportar.

De cierta forma, creo que hacerme la tarta fue su manera de pedir disculpas, una manera extraña. Pero una disculpa al final.

Pero eso no cambia nada entre nosotros. Desearía poder odiarlo, así todo sería más fácil, pero odio es algo que jamás podría sentir por él. Lo amo con cada partícula de mi cuerpo. A veces siento que ya es muy tarde como para retractarme de este matrimonio, lo es.

Me levanto de la cama para darme una ducha, hoy pienso salir a divertirme si o si.

Camino hacia el baño y me introduzco rápidamente, enciendo la regadera y dejo que el agua fría caiga sobre mi piel. La ducha de cierta forma me ayuda a aclarar parte de mis pensamientos y desestresarme.

La situación con Alexander es tan complicada que mi cabeza no da para más. A veces quisiera salir huyendo de todo este desastre, pero no me atrevo a dejarlo todo atrás. Me siento incapaz de huir de él, aunque cada vez siento que estoy cayendo en abismo sin salida.

Termino de lavarme el cabello, cierro la regadera y salgo de la ducha envuelta en una diminuta toalla.

Me sobresalto al ver Alexander sentado en el lujoso sofá con las piernas extendidas hacia el frente. Su cabellera negra azabache despeinada, pero aún así luce sexy, sostiene un cigarrillo en su mano derecha, viste ropa casual, vaqueros de mezclilla y una camisa de algodón blanca.

Aunque vista de manera casual, no pierde su elegancia ni su porte, mucho menos su hermosura. Todo en él es perfecto y no es por exagerar.

Logro salir de mi estúpido trance al momento en que siento su mirada escanearme de arriba a abajo, intenta ocultar una sonrisa maliciosa, pero no lo logra y eso provoca que el corazón se me acelera por centésima vez.

Entrecierro los ojos para apartar la mirada de su figura y por alguna razón mis piernas comienzan a fallarme, pero me obligo a mantenerme firme y no mostrar debilidad.

No estoy lista para soltarte (+18) ✔️©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora