Capítulo L

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Camille

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Camille

Jamás había pensado en cómo sería la manera en que moriría, jamás imaginé cómo terminaría, nunca le dediqué el mínimo pensamiento a ese tema y la razón es muy sencilla si me lo preguntan; ni siquiera tenía tiempo para pensar con todos los problemas que tenía encima, agobiándome y haciendo de mi vida un completo caos.

Sumándole el hecho de que nunca me había cruzado por la cabeza que podría morir tan joven. Ahora que estoy encerrada en este lugar tengo todo el tiempo del mundo para dejar que mi imaginación vuele. Paso cada minuto pensando en que pronto se acerca mi final, como si fuera un presentimiento que no me deja porque más que lo desvíe.

Algo dentro de mí me dice que estoy en peligro, que aún me falta mucho por sufrir y que esto no es nada comparado con lo que se avecina.

Quisiera equivocarme, quisiera saber con exactitud que este presentimiento es totalmente absurdo porque no me veo capaz de soportar más dolor. Ya no podría soportar otro golpe más, mis fuerzas se redujeron a cenizas.

Duele decirlo, pero es la verdad. No soy fuerte, nunca lo he sido.

Paso saliva en repetidas ocasiones, tratando de asimilar la situación en la que me encuentro.  Necesito reponerme, no puedo seguir esperando a que alguien me rescate, no cuando no hay nada seguro, nada a qué aferrarse.

Con la poca fuerza que reside en mi cuerpo, levanto la mirada, pestañeando varias veces, abro los ojos con dificultad, al mismo tiempo en que me acostumbro a la escasa luz que se filtra de una pequeña ventana. Trato de llenar mis pulmones de aire ya que siento que me estoy asfixiando en estas cuatro paredes que se me caen encima por el maldito encierro.

Entreabro los labios para poder hablar, pero las palabras no salen de mi boca, me cuesta demasiado hacerlo, hay mucho dolor en mi cuerpo para tan siquiera intentarlo. Cansada, intento de tranquilizarme unos minutos, de nada servirá que me desespere y entre en pánico.

Muevo mi cuerpo de lado a lado, fastidiada por las cuerdas que empiezan a cortar mi piel, estoy a punto de volver a intentarlo cuando la puerta se abre de golpe dejándome ver a Dimitri, que entra con dos hombres armados, sus rostros carecen de empatía y ni hablar del enojo visible en la mirada de mi captor.

Intento mantenerme quieta para que pasen de mí, pero Dimitri tiene otros planes en mente ya que viene en mi dirección y tira de mi cabello con brusquedad arrancándome un gemido de dolor. Lo miro horrorizada y él sonríe con maldad, pero no me pasa desapercibido el atisbo de emoción que brilla en sus ojos.

—¿Sabes quién se atrevió a golpear a mi padre? —pregunta ejerciendo más presión en su agarre mientras lágrimas amargas comienzan a salir de mis ojos.

No estoy lista para soltarte (+18) ✔️©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora