Capítulo XXIX

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Aarón

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Aarón

Tomo otro trago de la botella y hago una mueca de disgusto cuando un ardor se acentúa en mi garganta.

Intento ahogar todo el dolor que siento al saber que la mujer que quiero se está casando con otro hombre en este preciso momento.

Se está casando con ese idiota que nunca la amará como yo lo hago. Y ahora no me queda más que amortiguar el dolor latente de mi corazón, porque estoy tratando de no pensar en que por mi mente pasó la idea de robarmela de esa farsa que insisten en llamar boda.

Lo hubiera hecho, pero la confesión de Camille me destrozó.

¿Cómo puede amar a una escoria como él?

Él ni siquiera muestra afecto por su propio padre, no sé qué pasó por su cabeza en el momento que ella decidió enamorarse de él.

No entiendo que bueno pudo ver en él, son completamente diferentes, ella es la puta luz; siempre con esa aura que te contagia las ganas de vivir y él, él es la maldita oscuridad personificada. Llegué tarde a su vida, pero aún así lucharé por ella. Sé que puedo hacer que se enamore de mí, incluso más de lo que está de Alexander.

Mi cuerpo está completamente influenciado por los efectos del alcohol, quiero verla a ella, necesito sentirla cerca de mí, tal vez pueda volver a probar sus dulces labios, ella no me es indiferente. Lo sé.

Con dificultad logro levantarme del suelo de la habitación, no sé ni qué hora es y tampoco me importa, solo quiero verla a ella y ese par de ojos que me hechizan. Bajo las escaleras casi a rastras, atravieso los pasillos hasta llegar al jardín donde yacen unos cuantos invitados, me escabullo entre los arbustos, no quiero que nadie me vea en este estado tan deplorable.

La busco por todas partes, pero no está por ningún lado. Los invitados se están despidiendo de los padres de Camille y es ahí cuando caigo en cuenta de que ya se ha ido a su luna de miel, con él...

¡Maldita sea! La rabia me sacude el cuerpo y no puedo hacer nada para que se disminuya, el solo pensar en que estará junto a él me hierve la sangre. No puedo permitir eso. Tengo que detenerlos. La quiero conmigo no con él.

Empiezo a caminar hacia la salida, me tambaleo en repetidas ocasiones, el alcohol hace efecto más rápido de lo que pensaba, no soy capaz ni de sostenerme por mi mismo.

Desorientado, me sostengo de un árbol, mi respiración se agita dándome a entender que necesito algo para que se me pasen estos malditos efectos que me marean y no me dejan pensar con claridad. ¿En qué momento se me ocurrió beber de esta manera?

No estoy lista para soltarte (+18) ✔️©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora