Prólogo

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Bajo de aquella mesa y pese a que no tengo permitido emborracharme, tomo una botella de champagne y me dirijo hacia mi habitación

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Bajo de aquella mesa y pese a que no tengo permitido emborracharme, tomo una botella de champagne y me dirijo hacia mi habitación. Ignoro los gritos cargados de preocupación de Sam y Alexander. No quiero escucharlos. En este momento las recriminaciones son lo que menos me interesan escuchar. Camino por unos minutos hasta llegar a mi habitación, me adentro y suelto un jadeo lleno de frustración mientras dejo caer todas las lágrimas que he guardado durante la noche.

Las yemas de mis dedos pican por la necesidad de romper algo. Sin poder contener mis impulsos empiezo a tirar todo lo que está a mi alrededor, no me importa el dolor que esto produce en mis frágiles nudillos. Solo quiero algo que me haga olvidar el resultado de esta noche.

Intento quitar mi vestido desesperadamente, pero mis manos no son lo suficientemente largas para alcanzar el cierre que se encuentra en la parte trasera. Suelto un jadeo, irritada, la rabia me nubla la coherencia y la sensatez, así que no puedo pensar en una solución para deshacerme de la opresión que aplasta mi pecho. Es la impotencia la que se apodera de mi cuerpo, siento que el vestido me asfixia más de lo normal, como si este se hubiese encogido dos tallas.

Sin pensarlo dos veces me dirijo al baño en busca de unas tijeras, abro varios cajones sin ningún éxito en mi búsqueda, las manos me comienzan a temblar por la rabia. No me detengo y no sé cuánto pasa que un sollozo se queda atorado en mi garganta al encontrar lo que buscaba, ajusto la tijera y sin más empiezo a cortar el vestido que adorna mi delgado cuerpo.

Mis labios y mis párpados tiemblan, haciendo imposible la tarea de no sollozar como quiero hacerlo desde que entré a mi habitación. El aire de mis pulmones es absorbido de golpe desencadenando la sensación de pánico y estrés que me hace soltar gritos agudos.

El vestido queda hecho un desastre, no hay ningún sentimiento de arrepentimiento dentro de mí. Ya no lo necesito para impresionarlo, él ya me ha sentenciado con esa mirada recriminatoria que me dio al momento de subir a mi habitación, esa mirada fría e indescifrable que en cierta forma me culpa de todo lo sucedido.

No puedo disimular y tampoco tengo ganas de hacerlo, estoy hecha un maldito desastre. Tengo mi vestido hecho un asco que por desgracia deja ver parte de mis muslos. El escote ya desbaratado, gracias a las tijeras, expone mi sostén, mi maquillaje está corrido en mi rostro y eso lo sé por las lágrimas de color negro que resbalan por mis mejillas. El glamour de hace unas horas me ha abandonado. Ahora solo queda una ridícula y patética versión de mí.

El alcohol en mi sistema y el hecho de que han arruinado mi fiesta no ayuda, mi garganta arde y las lágrimas no sacian, me encuentro borracha y llorando porque nada salió como yo lo deseaba. Nada está bien, nada resultó como había planeado.

La luz de la noche hace que mi cuerpo resienta todo el alcohol que he ingerido, casi nunca bebo porque sé que soy una mala bebedora, lo sé de sobra, he tenido muy malas experiencias junto a Sam, además de que no tengo permitido beber alcohol. Pero qué más da si hoy solo quiero olvidarme de que esta noche ha sido un desastre. Un completo desastre que arruinó el momento que había esperado por años.

No estoy lista para soltarte (+18) ✔️©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora