57

7.3K 1K 353
                                    

Esta historia está a la venta en Amazon en todos los países, así que si queréis apoyarme, no esperar a las actualizaciones u obtener los capítulos extras solo disponibles en la versión de pago, podéis comprar este libro en físico o en ebook, que es mucho más barato (menos de 5 dólares) ^^

Muñecas y tobillos atados, una soga de espinas al cuello, León está siendo capturado por un rosal y en su pecho abierto el corazón se le desangra mientras de él crece un brote. Un brote de lavanda. Lavanda y sangre, el cuchillo de su madre, los gritos que parecen resonar en los troncos de los árboles, gritos de alfas excitados, enfadados, preocupados... Flores, sangre, gritos de alfa.

León despierta de la horrible pesadilla, pero su cuerpo no se calma ni un poco. Mira a su derecha, Harry le ha dejado nuevas flores, unas flores hermosas, iguales a las que en su pueblo eran llamadas rocío de la noche, pero en Seth son de color blanco. Pompones sobre un tallo, parecen lindos conejitos, son la flor preferida de León y le alegra saber que también la de Harry. Lo único que difiere es que la preferida de León es color negro como el pelaje de los Seth y la de Harry pálida como todo León. Pero esta vez el aroma a flores no viene solo.

<<Sangre>>

León recorre la mirada con la habitación y Harry se ha ido de nuevo. Se levanta de golpe de la cama, tirando las sábanas al suelo y corre hacia la puerta.

—¡Nath! ¿Has vis-

El pasillo está desértico, ni un guardia, pero al abrir la puerta llega claramente a sus oídos algo que le pone los pelos de punta.

<<Gritos de alfa>>

León corre escaleras abajo, el corazón latiendo tan fuerte que pareciera que lo tiene atado a una cuerda que tira de él hacia el origen de los gritos y la sangre. Llega a la parte baja, el trono vacío, un montón de guardias y los miembros del consejo real gritan con alboroto, hombres se movilizan a un lado y a otro y los dos príncipes hermanos apartan a todos a empujones para llegar a una gran mancha roja. León se queda congelado hasta que un alfa lo empuja y entonces reacciona.

—¡Harry! —grita alborotado, corriendo hacia él con el efecto de la adrenalina dejando su cuerpo tembloroso y lento. Siente que jamás lo alcanzará.

El alfa lo oye, pero lo ignora, se tira de rodillas al suelo, se sostiene la mano con su hermano, entre los dedos de Harry y los de Gerard hay sangre y frente a ellos algo rojo, grande, respira en el suelo. Una burbuja sanguinolenta que se hincha y deshincha. León llega a la escena, suficiente cerca como para ver, incapaz de dar un paso más. Los hijos sostienen al padre y los soldados corren a buscar a médicos. El rey está en el suelo, con una mano en carne viva encima de los dedos entrecruzados de ambos príncipes. Harry rompe a llorar, Gerard grita como si le arrancasen el corazón y se golpea la pierna tan fuerte que León da un brinco.

León tan siquiera sabe como ha reconocido al rey en esa masa sanguinolenta y patética del suelo. Su aroma ha sido arrasado por el vomitivo olor de la carne quemada, su rostro descarnado no puede evocar ninguna expresión y su cuerpo, grande y tranquilo, como el de un gigante amable, está irreconocible. No tiene siquiera sus características cicatrices.

Pero los ojos. Los ojos son lo único que queda casi intacto, como perlas de cristal, miran a su alrededor con una angustia inenarrable y a León se le estruja todo el corazón y se le remueven todos los órganos. Harry ha heredado su mirada y el omega se tortura imaginando que ese hombre medio muerto del suelo es su amado y no su padre.

—Padre... padre... —hipea el castaño con la voz tan hundida, tan rota, que León tiene por un momento la certeza de que su Harry se muere, de que no volverá a ver sus hoyuelos, ni a llamarlo príncipe bobo.

Garras de omega [EN AMAZON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora