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—¿A dónde vamos? —pregunta León siguiente a Kajat por los pasillos de la planta baja.

—A los baños comunes, ambos necesitamos asearnos, estamos llenos de tierra.

—Oh... —León toma aire y lo retiene. Le asusta la idea de bañarse con un alfa, con Harry el corazón le late en todas las partes del cuerpo, loco de nervios y quizá de algo más, pero se siente suficiente seguro como para acercarse con su piel desnuda a la del otro. Kajat le agrada, pero... —Coronel... me incomoda... ya sabe...

—Harry me lo comentó —le responde tranquilizadoramente. —, no te preocupes, me pondré al lado contrario y estaré dado la vuelta. No tengo interés en poner mis ojos sobre un omega que no quiere ser visto.

—No pareces tener interés en ver a ningún omega. —León dice curioso y girando su cabeza.

Harry resiste sus instintos, pero es hechizado por sus encantos. Lendra lo trata de forma amistosa y suficientemente distante, pero la nota retener algún que otro gesto dominante y Gerard, pero mucho que lo desprecie, siempre sonríe y tiene un leve ronroneo en el fondo de su voz al oler sus feromonas. Kajat, sin embargo, no parece estar luchando contra sus instintos de alfa nunca.

—Eres perspicaz —le dice Kajat misteriosamente, guiñándole un ojo. León espera algo más en respuesta, pero el alfa no le dice nada más.

Cuando entran en el enorme baño común León siente que le vuelven a robar el aliento. Es grande como un lado y que todo esté adosado de baldosas blancas lo hace lucir pulcro.

—Iré a ese extremo —avisa Kajat, señalando el final derecho de la gran piscina.

León asiente y va hacia el lugar contrario, viendo como hay alguien de aroma dulce en el agua. Al acercarse se percata de que son varios siervos omegas que están frotándose entre ellos y charlando, ocultando risillas pueriles y sorprendiéndose por cosas que se susurran.

—Hola ¿Tomas un baño? —pregunta amablemente uno de ellos.

León mira a Kajat, lejos de ellos. Está desnudo, dándole la espalda y tan lejos que apenas puede verlo bien sin aguzar la vista, así que se siente confianzudo como para desvestirse él y tomar un baño con los omegas, como cuando se sumergía en el río de su pueblo. Eso le trae muchísimos recuerdos. Desnudarse frente a ellos le hace sentir bien y entrar en el agua cálida, llena de feromonas como las suyas, lo lleva a los momentos más lindos de su infancia. Cierra los ojos, sintiéndose como un inocente niño que va con sus amigos a chapotear al río, y entonces nota delgados dedos sobre su cabeza.

—Tu cabello es como el de los dioses —susurra una fina voz en su oído. Los demás omegas se acercan, observándolo indiscretamente con sus bocas pequeñas abiertas y los dedos alargados, queriendo palpar el exótico cuerpo de León. —¿Quieres que lo trence?

—Por favor —pide, sintiendo seguro y en paz. —, mi madre solía hacerlo, amo que me peinen y me hagan trenzas.

—¿Podemos frotar su cuerpo, por favor, nuestro señor?

León se sorprende por la expresión formal, más tarde le explican que es porque ser el preferido de Harry lo pone en una posición mucho más elevada que a cualquier otro criado. León accede sin vacile, los cientos de dedos de omegas desconocidos sobre su cuerpo se sienten como las fibras del algodón egipcio en la cama del príncipe. No hay nada amenazante en esas manos, nada sexual en ese toque y nada violento en ese deseo de tocarlo. Por eso le gustan los omegas: entienden su vulnerabilidad y respetan los límites de su piel. Saben cómo tocas, hablar y acariciar, como enjabonar y trenzar, para hacer a uno sentir mimado, no acosado.

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