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El alfa escala encima suyo, pretendiendo llegar a la cima, partirlo a la mitad, clavar su bandera dominadora, atravesarle el corazón su filo, asentarla, desangrarlo, reclamarlo como suyo, como una tierra sin dueño que se le presenta, virgen, para poner sobre ella su voluntad. Pero esa tierra tiene dueño y no es Harry, ese dueño es quien siempre ha estado ahí: León.

El omega patela y llora en alto, chillando cosas ininteligibles contra el alfa, pero este sigue su camino. Wurf se sienta sobre las piernas de León, su enorme peso las aplasta como una roca que se las ha seccionado, al poco rato no solo no puede moverlas, sino tampoco sentirlas. Y el alfa lo tiene a su total disposición: sin brazos ni piernas, León es tan inofensivo como una piedra y eso es lo que ve en él, un objeto sin voluntad, un objeto resistente donde tallar su nombre.

Wurf sonríe, los asquerosos dientes como cuchillos romos se revelan, dejan pasar un aliento avinagrado que le revuelve el estómago a León. Ni siquiera se le antoja amenazante, solo odioso, solo repugnante. Harry es amenazante, Harry tiene poder, disciplina, un aura que inspira respecto y hace que los demás quieras arrodillarse, Wurf es solo como un animal grande y rabioso, no tiene honor alguno, solo el tamaño adecuado como para que la gente quiera alejarse unos pasos de él.

—Veo que empiezas a portarte mejor, ese lobo negro te tiene tan mal educado, deberé hacer yo todo el maldito trabajo.

Wurf alarga una mano, le acaricia las mejilla con los nudillos y León no duda antes de morderle tan fuerte como puede, aunque su sabor le causa arcadas. Wurf gruñe, alza su otra mano y la estrella contra la mejilla del omega, que lo suelta de inmediato y cuya cabeza se mueve de lado a lado por la onda del golpe, siente que el dolor se le pega en la mejilla y se extiende por toda su cara: le duele toda la mandíbula, cada uno de los pequeños nervios de sus dientes, la lengua, la nariz de nuevo, al cual sigue sangrando, y el cráneo, como si pequeñas espinas hubiesen surgido de él y le castigasen el cerebro. Incluso los ojos le duelen, como si fuesen salírsele si no los atrapa con los párpados.

León jadea, mareado por el golpe, y sabe que Wurf podría fácilmente matarlo si le pegase con su verdadera fuerza, su cerebro acabaría hecho trizas y su cuerpo caliente sería ultrajado en esa misma cama, en su tumba. La idea lo aterra, pero cuando el mundo deja de componerse de destellos de luz vuelve a mirar al rubio con ojos retadores.

—Una piel tan suave... —se deleita el alfa, ahora le acaricia el costado, sin que el chico pueda impedírselo con sus dientes. León intenta retirarse, pero bajo el aplastante peso del hombre no logra más que arquear un poco su cintura y los dedos del alfa no tienen dificultad alguna en seguir esa curva con movimientos suaves. —una lástima que seas una criatura tan arisca. Cuando acabe contigo esta noche si vuelves a morder mandaré a que te quiten los diente y la lengua. Me han dicho que has arañado a un guardia, así que lo que sí que es seguro es que después de follarte voy a hacer que te corten la punta de los dedos, para que no te crezcan nunca más uñas. Te haré ser todo blando e inofensivo y verás cómo aprendes a complacer.

León sabe que no es un farol, no tiene ninguna prueba, pero la voz firme de Wurf, la forma despreocupada en que se mira los dedos después de acariciarlo, como buscando haber recogido polen de su cuerpo delicado como una flor, le indican que realmente hará lo que ha dicho, que disfrutará de quedarse mirando como lo desmiembran de ese horrible modo, como quitan de él lo sobrante, lo que le hace lobo, y dejan solo la piel agradable y fácil de abusar, como si fuese un pedazo de carne cruda.

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