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La habitación del príncipe está llena de jadeos, sonidos de esfuerzo y halagos por parte del alfa. La voz rota de León gruñe y su cuerpo se mueve, entumecido por el exceso de ejercicio. Una fina capa de sudor le adhiere el cabello y la ropa al cuerpo y su aliento, caliente y afrutado llena la estancia junto a su voz.

—P-príncipe, no puedo más —suplica con las piernas temblorosas y los mofletes rojos del esfuerzo. Puede sentir su corazón palpitar en cada pequeña parte de su cuerpo.

El alfa lo mira divertido desde arriba, observando lo hermoso que se ve el chico arrodillado a sus pies, vencido y luchando por aire. Tiene un pequeño debate mental entre si seguir hasta rozar su límite o compadecerse.

—Venga, puedes descansar —le consiente, a lo que el chico le da una sonrisa donde sus ojos se transforman en una diminuta línea y luego cae desplomado al suelo. —, no lo has hecho mal para ser tu primer entrenamiento.

—Casi muero —se queja el muchacho desde el suelo. Harry recoge su espada y la cuelga de nuevo. —y parecía que jugases conmigo como si fuese un muñeco, no ganaría ni una pelea.

—Contra mí no, al menos no ahora, pero con un bandido o un soldado que te subestime tendrías alguna posibilidad. El próximo día entrenaremos en serio y lo haremos afuera, Kajat puede ayudarnos ¿Te parece? —Harry se lanza a la cama, disfrutando del frescor de las sábanas, luego ve a León trepar desde el suelo hasta su lado, quedando tumbado también.

—Me vais a masacrar, que injusticia. —expira en tono dramático.

—No vamos a ser duros contigo, tonto, ya verás que pronto mejoras. Los omegas de lobo negro hacen su entrenamiento en los colegios, así que empiezan desde muy pronto, es normal que tú vayas atrasado, pero te prometo que eres bueno en esto.

León sonríe cuando escucha decir eso al alfa. Incluso su propia madre creyó que él valía más para huir de su propia vida que para luchar por ella y oír a un príncipe animándolo a aprender a pelear es el empujón más grande que León siente que nadie le ha dado en años. Según las leyendas sobre lobos blancos, él es imposible ¿Un omega blanco con una espada en la mano? Se supone que su naturaleza los hace débiles por dos: por ser omegas y por ser blancos. León es por definición una presa, pero Harry le está enseñando a sacar sus garras.

Teniendo una ocurrencia divertida y retadora, el omega rueda en la cama poniéndose a horcajadas sobre el príncipe y fingiendo que le apunta el cuello con una espada invisible. Harry alza sus brazos en la cama, rindiéndose fácilmente.

—¿Y si me enseñas a pelear tan bien que te robo la corona cuando la tengas? —pregunta el omega, juguetón.

—¿Qué otra opción me queda más que rendirme? Seré todo suyo, alteza. —dice el gran hombre fingiendo un tono dócil, aunque de un momento a otro hace un brusco movimiento y logra tener a León bajo él, con las muñecas apresadas en una de sus manos. —Aunque ten cuidado, soy un lobo, vas a tener que matarme si pretendes que no muerda de vez en cuando.

—¿Qu- ¡Ay! ¡Ay! ¡Para, príncipe bobo! —León patalea, resistiéndose al ataque de pequeños mordiscos que Harry da sobre su cuello, clavículas y hombro, provocándole cosquillas. —¡Espera a la hora de cenar, hombre! —se burla el chico, riendo a mares y sin poder contener lo movimiento nerviosos de su cuerpo por culpa de la risa.

—¿La cena? Que le den, yo empiezo por el postre, me gusta lo dulce. —dice antes de proseguir mordiendo al muchacho.

En un momento, sus instintos toman un poco el control y el alfa voltea a León en la cama, haciéndolo quedar bocabajo y sosteniéndolo en el lugar con sus enormes manos en los hombros del chico. León se sorprende, pero antes de que pueda decir nada el alfa aparta los cabellos blancos de un bufido y le recorre la nuca de un lengüetazo, marcándolo con sus feromonas masculinas en le fuente de aroma del pequeño. León suelta un largo gemido, terminando por morder la almohada entre quejidos.

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