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León está tomando un baño en la habitación de Harry aprovechando que tiene permiso para ello. Su anfitrión ha desayunado junto a él con prisas, ha pasado la mañana entrenando, haciendo gestiones en el centro de economía y la base militar y ha vuelto a palacio para ir de cabeza a una reunión militar más y luego ha ido a rezar a los dioses en el pequeño santuario real. León ha preguntado por aquí y por allá y ha averiguado que los lobos negros, a diferencia de los blancos, no rezan cuando lo desean o necesitan, sino solo una vez al mes. Las leyendas dicen que los dioses están demasiado ocupados para atender a ruegos constantes, por eso los lobos solo pueden rezar una vez al mes.

<<Igual que con el celo>> Ha explicado amablemente Kajat cuando León lo ha encontrado por los pasillos tras finalizar la reunión militar y este le ha preguntado a coronel por el paradero de Harry <<Los seres humanos nos ponemos en pleno contacto con nuestra naturaleza de lobos una vez al mes, con los celos, del mismo modo solo nos podemos poner en contacto con los dioses una vez al mes, cuando sintamos que es realmente necesario, pero no más. Si siempre estuviésemos como en el celo seríamos bestias, no hombres, y siempre estuviésemos en contacto con los dioses seríamos oráculos, como los ancianos del tempo, pero solo somos mortales comunes>>

Los lobos blancos estaban acostumbrados a pensar, en su pueblo diminuto, que los dioses siempre tenían tiempo para ellos, pero viendo la enormidad del mundo y de los imperios que existen León comprende con facilidad por qué los lobos negros racionan sus rezos buscando no saturar los oídos de los divinos y ser, así, escuchados. Kajat también le explica que el santuario real es solo para miembros de la familia real, así que tan siquiera el mismo coronel tiene el honor de usarlo. Esa advertencia es suficiente para que el muchacho no vaya a buscar al príncipe a esa sala y es por eso que decide tomar un baño.

Al terminar se viste con ropas frescas: unos zaragüelles blancos y una fina blusa blanca sin mangas que le deja el ombligo al descubierto. Sale del baño relajado, con el cabello húmedo y el cuerpo cálido y oliendo a limpio. Tan pronto abre la puerta el fuerte aroma a alfa lo golpea y casi se cae para atrás. Mira la habitación, buscando a Harry y preguntándose por qué sus feromonas son tan poderosas y halla la respuesta tumbada en la cama. Ahora comprende por qué Harry tiene una cama tan gigantesca: el hombre está en su forma de lobo, enroscado en la enorme cama y respirando pesadamente.

Cuando oye a León salir del baño alza la cabeza y sus orejas se ponen puntiagudas. León se queda en la puerta del baño, titubeando sin saber muy bien qué hacer, pero entonces comienza a oír como la cola del enorme can se mueve felizmente de lado a lado, aporreando las sábanas.

—Hola, mi príncipe —dice León sonriendo con incredulidad. — yo... estaba tomando un baño, ya me iba. —el lobo baja sus orejas, tuerce la cabeza y hace un ruidito agudo y largo que el omega de León interpreta rápidamente. —¿Quiere que... vaya con usted?

Los ojos verdes del animal relucen y este pone el morro contra la almohada, como instándolo a ponerse en ese lugar. Algo nervioso, León accede a la propuesta y se acerca, tumbándose prácticamente en el filo de la cama mientras el enorme animal abarca todo el resto del espacio incluso estando encogido en una espiral de pelaje.

León había oído hablar de eso, en su manada lo llamaban nidos, pero decían que solo los lobos salvajes los tenían porque los humanos no aguantaban suficiente tiempo convertidos como para poder hacer algo más que cazar cuando eran animales. Harry, sin embargo, parece sacar a relucir su pelaje y garras más que para la guerra, parece tranquilo, como si convirtiéndose en su lobo hiciese las paces con él, como si no se tratase de una bestia que lleva dentro y se descontrola algunas veces y otras es dócil, sino como si hombre y lobo fuesen uno y nadie tuviese que someterse.

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