Hola, Ivar.

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La nieve había llegado con su gélido aliento y nada era más reconfortante que las llamas del fuego

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La nieve había llegado con su gélido aliento y nada era más reconfortante que las llamas del fuego. Tirando otro tronco a la fogata, Gyda se resguardó bajo su abrigo de piel y estiró las palmas de sus manos frente al calor. Cantó una canción triste, su voz, la única que había escuchado durante mucho tiempo.

Estaba oscureciendo afuera, por lo que se apresuró a tomar su plato sucio y salir al exterior. La brisa helada chocó contra su cara, quitándole el aliento. Se acercó al río y lavó el plato con manos temblorosas. El sol, que se ocultaba en el horizonte, iluminó su camino de regreso a la cabaña y vislumbró a la gran figura cubierta por nieve. Aquella montaña blanca se movió para revelar los oscuros ojos de Fenrir. Sacudió la nieve lejos de su hocico y orejas y volvió a dormirse.

Ya dentro, se abalanzó hacia la fogata. Decidió dormir en el pequeño comedor, lo más cerca posible del calor y lo suficientemente alejada para no prenderse fuego.

Por la mañana, se quedó observando el techo con la manta hasta la nariz, incapaz de moverse fuera de aquel agradable calor que había creado durante toda la noche. Últimamente, no le apetecía hacer absolutamente nada. El invierno estaba comenzando, lo que significaba que habría días peores y eso la desanimaba. No era su estación favorita.

Pero el retumbar debajo de su cuerpo la interrumpió de su adormecimiento. Fenrir estaba despierto y lo sintió acomodarse frente a la puerta. Cuando hacía eso, solo significaba una cosa. La estaba llamando.
Con desgana, pero con curiosidad, apartó las mantas y se envolvió con su abrigo de piel inmediatamente. Bostezó, su cuerpo tembló y abrió la puerta.

—Fenrir, ¿qué...?

Su boca se cerró y se puso seria. Alzó sus ojos hacia el bosque y sus alrededores, explorando la zona antes de volver hacia la cabeza de un hombre frente a las patas de su lobo. Él solía ir solo a cazar apenas el sol salía y desde que se refugió aquí no había encontrado a nadie. Hasta ahora. ¿Era uno de los espías de Ivar? No podía ver ningún estandarte.
Pero Fenrir no atacaría a alguien que no fuera una amenaza.

Con la adrenalina convirtiéndose en una llamarada hirviendo en su pecho, miró a Fenrir.

—Buen chico.

Gyda Lothbrok: Madre del Gran Fenrir -Ubbe Ragnarsson-(editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora