Epílogo

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Gyda lideró el pequeño grupo de escuderas a caballo

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Gyda lideró el pequeño grupo de escuderas a caballo. El viaje era un poco más largo que en bote pero eso no fue un inconveniente, ya que solo una vez se detuvieron para descansar. Mientras Gyda se aferraba a las riendas, un breve recuerdo de montar en el lomo de Fenrir surcó sus pensamientos y por un momento se desvió del camino, teniendo Gunnhildr que intervenir.

Una vez que llegaron al territorio de su madre, Gyda detuvo su caballo frente a la cabaña con las escuderas detrás. Atisbó a su sobrina entrar rápidamente para avisarles de su llegada.

Gyda se bajó del caballo, portando su escudo sobre la espalda, y su espada enfundada en su cintura. Cuando Lagertha salió con un pie cojo, Gyda la examinó en busca de cualquier herida.
—Gracias a los dioses —dijo su madre, avanzando hasta Gyda para abrazarla fuertemente—. Estás aquí. —Se alejó lo suficiente para mirarla a los ojos con el ceño fruncido—. ¿Pero, por qué?
—Algo me decía, un presentimiento, de que estabas siendo atacada—explicó Gyda con preocupación—. Y Gunnhildr tuvo un sueño al respecto.
—En mi sueño —intervino la susodicha—, tu pueblo era atacado.Y queríamos estar contigo. Tú y los hijos de Torvi.
Mientras su cuñada seguía hablando, Gyda no se perdió de aquel gesto en su madre. La conocía bien como para saber que algo andaba mal.
—Hali murió —soltó con la voz quebrada—. Fue mi culpa. No lo protegí.

Gyda y Gunnhildr contuvieron el aliento ante tal noticia. Gyda dió un paso hacia su madre y tomó su mano para reconfortarla.

—Está enterrado no muy lejos del pueblo al que intentó proteger. Con los demás que murieron en el ataque.
—¿Quienes fueron? —replicó Gyda, con un tono frío y furioso.
—Fuimos atacados por bandidos. Los mismos que Björn marcó y liberó —explicó con tristeza.
Gyda apretó la mandíbula, dando un paso atrás para mirar hacia otro lado.
—Entonces, quizás se equivocó —se apresuró a decir Gunnhildr—. No debería haberlo hecho.
Gyda estaba de acuerdo.
—¡No hables de errores! Todos los cometemos —le interrumpió Lagertha, haciendo que Gyda se volteara nuevamente hacia ellas—. A veces por malas razones y a veces por buenas. De todos modos, ya no es importante. Lo que es importante es que estoy segura —miró hacia Gyda y luego de regreso a Gunnhildr —, ya que no pudieron robar el grano que pronto volverán a atacar.
—No llegará a eso, madre —prometió Gyda.
—Tenemos que hacer planes —dijo Gunnhildr.
—Incluso con las escuderas, no estoy segura de que resistamos a Caballo Blanco y sus bandidos —se lamentó Lagertha—. No por segunda vez.
—Nunca creí escuchar esas palabras de Lagertha, la famosa doncella escudada. —Había devoción en las palabras de Gunnhildr.
Gyda podía llegar a entender a su madre. Tantas guerras, tantas perdidas, cambiaban a una persona.
—Tal vez esa Lagertha ya murió. Yo misma la enterré. Tuve que desenterrarla. Pero no es la misma. Nunca puede ser la misma.—La amargura era latente en toda su actitud. Lagertha se retiró a su cabaña sin miramientos a ninguna de las dos, dejándolas a solas.
Gunnhildr buscó ayuda en Gyda y ésta agachó la cabeza simplemente.

Gyda Lothbrok: Madre del Gran Fenrir -Ubbe Ragnarsson-(editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora